El desperdicio de los alimentos que, supuesta y realmente, sobran en el mundo, es una desgracia. Sobretodo cuando hay gente pasando hambre, o cuando son especies o ecosistemas amenazados los que se ven afectados. No sé hasta qué punto llega en nuestro planeta la destrucción de alimentos, ya sea por una mala administración o de forma deliberada. ¿Cuántas toneladas de cereales son quemadas para mantener el precio del cereal, cuyo mercado acaparan 5 empresas en todo el mundo? ¿Cuántas toneladas van a parar a los vertederos urbanos por motivos totalmente infundados o negligentes? ¿Por qué los restaurantes, los supermercados y otros establecimientos destruyen la comida que les sobra en lugar de repartirla gratuitamente?
Todo esto tiene una respuesta evidente: la competencia. Repartir alimentos gratuitamente, aunque pudiera incluso alimentarse gratuitamente a todo el mundo, o a un precio muy inferior, sería una brutal caída de beneficios, una amenaza para los directivos de las grandes empresas de alimentación, para las grandes distribuidoras, y demás elementos de la cadena de producción y venta encargados de nutrir nuestras poblaciones. ¿Cómo puede estar penado por ley no lanzar al cubo de la basura los platos de comida que no se consumen tras la hora de cierre de un restaurante? Una vez, pedí que me dieran un plato de comida de la que iban a tirar, y bien sabían los empleados que aquello tenía que desperdiciarse por ley. No cedieron, aunque les insistí en un mal francés.
De esto hablaba el programa Salvados de anoche: de la cantidad de comestibles que no entran dentro de los criterios del mercado, de la imposibilidad de repartirlos por estar multado por la ley. Vale más el beneficio de las empresas que la lógica humana. Pero esta legalidad absurda, hay que enfrentarla. Siempre que haya alguien pasando hambre, hay que exigir que no se tiren alimentos allí donde esto se haga.
Dicen que hay un problema en desviar parte de la producción cerealística para producir biodiésel: porque eso aumenta el precio de los alimentos, al haber menos en oferta. En todo esto hay una verdadera trampa: el precio de los alimentos no debería subir ni bajar según la oferta. En primer lugar, la demanda de alimentos, no es un juego de casino, no es una apuesta, se corresponde con la vida o la muerte de seres humanos. Puesto que la comida es un derecho, no debería de ser objeto de competencias entre las distintas industrias. Porque la competencia no lleva a una mejor producción, sino a que haya un monopolio, como el que hay hoy. Los grandes jugadores del mercado de alimentos son empresas como: Kraft, Nestlé, Procter&Gamble, Mars, Kellogs, Coca-Cola, Cargill, DuPont, Syngenta, Monsanto… Todas ellas juegan a competir, a acaparar volumen de mercado. Y harán lo que sea por aumentar sus beneficios. El juego terminaría si sólo quedase una de ellas, ¿pero estaríamos dispuestos a permitir que una empresa controle toda la alimentación del ser humano? ¿Imaginas cuánto poder tendría sobre nuestras vidas? En segundo lugar, y por si un encendido destello de indignación no cruza sus ojos aún, piense que es una mentira cuando dicen que el precio depende de la oferta. En realidad, toda la ley de la oferta y la demanda es un error, pero en este caso lo es aún más. ¿Quién condiciona la oferta de alimentos? No son las condiciones climáticas, factores de ese estilo que solamente influyen a nivel local. No: a escala planetaria, de produce mucha más comida de la que haría falta para toda la humanidad. Según la FAO, para 12.000 millones de seres humanos (claramente suficiente siendo que somos 7.000 millones). Aunque me parece que en realidad es mucho más lo que se produce teniendo en cuenta el desperdicio. Siendo que la producción es tal, ¿por qué no baja el precio, y por qué no llega esa comida a todo el mundo por igual? Siendo que la producción sobrepasa la demanda, ¿por qué si se desvía una parte, el precio aumenta? Es la gran mentira. Todas las empresas participan en esa misma estafa al mundo.
Nuevamente nos tenemos que enfrentar al hecho de que haya ricos y pobres, ricos que controlan mercados, y pobres que se mueren de hambre. Y los pobres no lo son solamente en dinero, lo son a todas luces en derechos. Derecho de poseer una tierra en la que producir alimentos, derecho a medios básicos de subsistencia, derecho a agua limpia, derecho a una indemnización justa si su tierra o modo de vida es afectado por alguna industria próxima.
Pero en nuestras grandes ciudades nos afecta el mismo problema. Metamos el alimento desperdiciado en competencia con los mercados. Como sea, busquemos la manera.
100% de acuerdo. Es absolutamente inmoral que se tire la fruta porque no esté «bonita» o porque no cumpla unos aleatorios ·»criterios de calidad» como vimos ayer (meramente estéticos) mientras hay gente que literalmente se muere de hambre. Y no es nada nuevo por la crisis, hambre ha habido siempre y parece que a algunos les interesa que exista para poder mantener ellos su estatus. Una consecuencia más del capitalismo salvaje y la dictadura de los poderes financieros a la que estamos sometidos. Lo que prima es obtener el máximo beneficio y el resto no importa!
Esquilmamos los mares, sobreexplotamos los recursos naturales, como si fueran infinitos, y la mitad de la comida termina en la basura. Absolutamente demencial. Eso si, pienso que cada uno de nosotros podemos poner nuestro granito de arena llevando a cabo un consumo responsable. En mi casa me enseñaron que la comida no se tira, yo compro justo lo que voy a gastar, y lo que no gasto o lo congelo o me invento otra receta. Comprar por comprar para luego tirarlo? No. Ir a un restaurante y volverse loco pidiendo,y luego ves que lo dejan todo en los platos…porfavor, tengamos cabeza!!
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Sí, ¿como no estar de acuerdo contigo?. Se trata todo de que las empresas de la alimentación sigan obteniendo beneficios, ya sean pesqueras, fruteras, grandes superficies, grandes multinacionales como las que dije en el post etc… O sea, es verdad que está mal tirar la comida, pero no es lo que hace que otros pasen hambre porque como vimos, hay muchos más alimentos de los necesarios. Ahorrar alimento, aunque lógico y humanamente razonable, no es la solución. Hay dos formas de acabar con el hambre: o las grandes empresas ponen toda su producción en el mercado, bajando enormemente sus precios, o se hace lo que en el programa Salvados, se busca poner esos alimentos que se desperdician en circulación para que esas industrias pierdan beneficios, al perder lógicamente clientes, que obtendrían su alimento por otro lado. O bien, se pone en marcha iniciativas solidarias en las que se recurre al mercado, como lo de los «bancos de alimentos».
El hambre es algo que no debería existir, y la única forma de acabar con ella es garantizar a todos el derecho a la vida, a los medios de vida. Las empresas y en parte los gobiernos son los responsables de esto, en el mundo, ya sea en África, en India o en China, o en Estados Unidos.
En todos sitios del planeta, el capitalismo es inflexible como el Sol en un desierto en pleno día. Para muchísima gente, la mayoría, la única forma de ganarse la vida es triunfar en el mercado. Pero, si el mercado está dominado por las grandes industrias… ¿consecuencias? Hambre, pobreza extrema. Claro que también influyen factores como la guerra (otro mercado) el racismo, la división en clases o castas y otras causas, pero la economía es de todos el principal.
Al final hay que concluir que: se produce más de lo necesario; no todo lo que se produce llega al mercado, para controlar los precios; las industrias más grandes desplazan a los pequeños comerciantes, causando su ruina; las grandes industrias destrozan el medio ambiente del que dependen millones de personas; las grandes multinacionales juegan con el precio de los alimentos; la población sensible no puede alcanzar esos alimentos.
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El desperdicio de alimentos deviene de la vida citadina, como se desprende de tu artículo. Tampoco para ir a vivir todos al campo, pero una toma de consciencia sobre lo que hacemos todos los días con nuestros desperdicios, vendría más que bien.
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Hombre cuanto tiempo, eres bienvenido por aquí !
Sí, tendríamos que tomar conciencia, conocer mejor quién controla la alimentación, el quién y cómo produce realmente los alimentos, cómo los distribuye y quién resulta beneficiado de que funcione así. Estoy convencido que descubriríamos un sistema terrible, que explicaría sus resultados. Empezaríamos a preguntarnos por qué millones de personas se ven privadas del derecho a producir alimentos, ya sea de forma autosuficiente o para abastecer mercados locales. La brutal competencia de las empresas alimentarias que es conocida en tiempos relativamente recientes, como ejemplo arquetípico la United Fruit Company, está hoy en día más que vigente y fuerte. Son fraudes que cometen para apoderarse del derecho de venta y de producción.
Si nos ponemos a investigar las industrias pesqueras o cárnicas, vamos a ver tremendos crímenes. Los barcos pesqueros hoy en día son buques de guerra, en el sentido más literal. Y esa fuerza que tienen contra los organismos marinos cada vez más esquilmados en su riqueza y posibilidades de reproducirse en condiciones, la aplican en un territorio sin ley como son los océanos. El Oeste americano de hoy en día: los mares. Ahí importantes industrias cometen crímenes sin que nadie las juzgue. De la industria cárnica no hace falta ni decir el poder que tienen y las entrañas del negocio de la carne.
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Solución: acabemos con el mercado. Mientras exista el mercado, existirá la competencia, la especulación con productos básicos como son los alimentos y será imposible erradicar el hambre.
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Pero decir que hay que acabar con el mercado y no decir cómo ni dar alternativas es como Don Quijote contra los molinos…
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Reblogueó esto en yofumoenpipa.
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