Ahí está el lugar donde vivimos, nuestro mundo. En él viven una gran cantidad de comunidades de organismos vivientes, entre ellas la humana. La vida de la humanidad nunca ha sido muy fácil, continuamente ha tenido que enfrentarse a multitud de problemas y conflictos, que hacen inverosímil el pacifismo y la despreocupación en esta esfera azul y verde a pesar de todas las increíbles experiencias que ofrece. Los pueblos humanos solamente han conseguido convivir en paz haciendo grandes esfuerzos y limitando los problemas que llevan al conflicto. Algunas veces se ha tenido que coger las armas para defenderse de una agresión. Pero muchas otras veces, la paz se ha mantenido gracias a una cultura transmitida de generación en generación. Esta cultura no consiste en lecturas o conocimientos intelectuales o técnicos como la entendemos ahora, en las sociedades megaurbanas del siglo XXI. Consiste en algunos rituales, costumbres, formas de interaccionar con la comunidad en la que vives, e incluso creencias. Esa cultura es una experiencia vital viva que te hace ver como algo valioso a la comunidad humana, que te hace sentirte bien por formar parte de la misma, y que te hace valorar tu propia vida como algo bueno que merece la pena.
La voluntad de ‘cambiar el mundo’ algo que muchas personas suelen asociar a lo imposible o utópico, no solo ha existido siempre sino que es necesaria para mantener la paz y poder convivir unos con otros. Hay que trabajar para combatir aquellos problemas que surgen dentro de nuestra especie, de forma constante, para poder disfrutar las delicias de este planeta. El siglo XX ha sido posiblemente el más conflictivo de la historia aunque solo sea por el alcance de los métodos puestos en funcionamiento. El siglo XXI tiene métodos tan destructivos que a todas las potencias del planeta les da pánico activarlos, y eso está manteniendo una paz muy relativa, y muy precaria. No habría que esperar a un gran conflicto bélico, si la comunidad humana emplease una cultura y una inteligencia con tendencia a solucionar de raíz los problemas que padece, sí, el tan denostado «radicalismo» que se asocia a violencia, cuando en realidad significa una verdadera preocupación por encontrar soluciones a los problemas y para eso, buscar la raíz de donde se originan, o la causa que los produce. Es una de las muchas formas en que se modifica el lenguaje para confundir a la comunidad.
¿Qué es lo que está manteniendo a tantas personas con la cabeza agachada? ¿Qué es lo que está bloqueando el natural impulso de tratar de solucionar y encontrar mejores caminos para los problemas que están a la vista, que se perciben? ¿Por qué las comunidades humanas no creen que ese sea su impagable trabajo, una de sus funciones como humanos? ¿Por qué a la mayoría les da igual que las cosas vayan mal incluso a su alrededor?
Hay unas cuantas razones psicológicas que están en plena marcha y que explican por qué no es tan normal la indiferencia, el pasotismo y el desinterés por situaciones gravísimas que están sucediendo delante de nuestros propios ojos. He pensado un poco en ellas y os quiero informar al menos de cómo lo veo yo, para que estéis al tanto y tratéis de ver si esto os puede estar influyendo a vosotros en vuestro día a día.
El primer motivo que destruye ese impulso por ver un problema y tratar de hacer algo bueno es el más fácil de entender, la gran cantidad de distracciones y llamados al consumo, que pueden parecer algo bueno si no nos paramos a pensar en cuál es el efecto psicológico de todas estas llamadas y propaganda. Más que ofrecerte una vida llena de satisfacciones, lo que hacen es que las personas, bombardeadas y rodeadas por todas partes de ofertas luminosas, sientan que su vida es pobre e infeliz si no alcanza todas esas bondades materiales, todos esos éxitos de las sonrientes personas a sueldo de los anuncios. Ellos te dicen que no eres nada si no tienes dinero para comprar, y te hacen sentir envidia de aquellos que lucen determinados objetos o consumen en tales locales novedosos de alimentación. o llevan un estilo de peinado «moderno». Así, al generarte esa carencia emocional, la superponen a la posibilidad de que desees preocuparte por otra cosa que alcanzar ese tipo de éxitos prefabricados.
También te hacen creer que la diversión y la plenitud vital se alcanza en las fiestas emborrachándose (porque el alcohol te hace distraerte o evadirte de la realidad durante un tiempo, que seguramente desearás repetir) y viendo determinados programas de la televisión (si no la ves, eres un bicho raro) o yendo al cine, o participando en redes sociales de internet. Todo esto es para mantenerte entretenido matando el aburrimiento de una vida en su mayor parte inútil. Hablemos claro. Para muchas personas el trabajo solo les sirve para ganar dinero y poder sobrevivir y el resto del tiempo no saben qué hacer y acuden a este tipo de cosas. Las personas que perciben su vida como carente de valor, no van a lanzarse a proyectos interesantes, ni tampoco van a pensar que puedan contribuir a hacer algo importante. Simplemente se abandonan en un océano de distracciones. La sociedad ofrece hoy más que nunca en la historia.
El segundo motivo por el que se apaga esa llama es porque a las personas no se les permite apenas autonomía ni responsabilidad desde el momento en que nacen. Es lógico que hasta cierta edad somos seres totalmente dependientes, en un grado extremo, de los padres. Esto se empieza a terminar a los 4 años, más o menos. Pero entonces, en vez de ir creciendo en autonomía, se nos introduce en las escuelas y se nos hace totalmente dependientes de una burocracia a la que no podemos faltar, so pena de convertirnos en delincuentes peligrosos y que nuestros padres paguen una buena multa o se nos aparte de ellos. Además, se nos advierte que el mundo «exterior» (no el espacio sideral, sino las calles) están llenos de peligros. Así que, entendemos muy bien que nuestra vida no tiene valor alguno si no sigue una serie de directrices, y que no tenemos capacidad afrontar o defendernos de las eventualidades del mundo exterior, que la comunidad humana en general es algo de lo que debemos desconfiar. Y como parte de esa comunidad, debemos desconfiar también de nosotros mismos y nuestras capacidades. Así se consigue que no nos ayudemos ni colaboremos. Apartar a cada persona de la comunidad en la que vive es la mayor forma de opresión que existe, y es la única forma en que un sistema social puede controlar totalmente la vida de cada persona, convirtiéndola en dependiente.
FALSAS PROMESAS DE FUTURO.
Mantener a la población pendiente de un cambio que nunca termina de llegar es otro de los factores por los que la gente no actúa ahora mismo, en el presente. Mucha gente sabe que hay problemas, pero no confían en sí mismos y en la comunidad donde viven, en sus vecinos, para salir de ellos, por contra, se ofrecen una serie de vías como votar a partidos políticos, ir a manifestaciones, protestar en redes sociales, etc, que realmente no consiguen solucionar nada, por contra lo que logran es hacer que la gente se despiste de los objetivos y no analice las causas de las graves situaciones que esas cortinas de humo dicen que van a solucionar.
Nunca confíes en algo o alguien que dice tener interés en una serie de objetivos, pero que te pone citas de una vez a la semana para «hablar y comentar» o que dice que hasta que consigan los votos de la mayor parte de la población la solución no podrá ser real. Confía única y exclusivamente en aquellos que tienen voluntad auténtica de llevar adelante unas ideas o proyectos, que son los que van a ponerse a trabajar no una vez a la semana sino cuanto antes, y a esforzarse todo lo que puedan. No confiéis en quienes se reúnen en torno de una mesa a deliberar bebiendo cervezas, sino a los que empiezan a actuar porque saben lo que quieren.
Me doy cuenta de todo lo que nos perdemos pegados a una pantalla, todo el mundo está así cuando sales a la calle. Nos estamos perdiendo lo mejor de la vida.
Pero también hay que pensar que el cine, la fotografía o internet no son algo malo, todo lo contrario, son muestras del ingenio y la inteligencia humana, y otra forma de conseguir el eterno sueño humano, dejar un legado de la vida.
Si que es cierto que todo en nuestra condición está preparado para que seamos personas cobardes y obedientes , porque si no sería imposible vivir en una sociedad controlada, pero también es esto lo que hace posible la paz.
Gran parte de nuestra vida está basada en darle vuelvas al problema de como conseguir recursos materiales , para eso trabajamos o intentamos conseguir un trabajo.
Pero tampoco podemos pensar que vivimos en un mundo seguro y lo demás es una farsa , no, si tenemos un instinto de protección y todos lo tenemos , es por algo, y no solo los humanos, sino muchos animales..
¿Por qué es necesario conseguir bienes materiales ? ¿Por qué es una idea que nos meten en la cabeza para vendernos cosas ? . Si, por supuesto. Pero no es menos cierto que también son necesarias para tener una vida segura y feliz.
Al margen de esa sociedad donde la gente vive pegada a la pantalla , existe otra todavía peor :
Víctor Hugo y muchos otros escritores la describieron porque era algo muy fácil de ver en cualquier ciudad Europea del siglo XIX , luego eso se redujo , se hizo un esfuerzo, se crearon proyectos sociales para cambiar las cosas. Sin embargo nunca desapareció del todo, y hoy es posiblemente más común que lo otro , todavía no en Europa, pero si en otros lugares del mundo. Mira lo que escribió, esto sigue pasando:
El humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos, y al infortunio para todos los que transitan por este camino.
Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido. La luz del día se funde con la sombra y la oscuridad entra en sus corazones; y en medio de esta oscuridad el hombre se aprovecha de la debilidad de las mujeres y los niños y los fuerza a la ignominia. Luego de esto cabe todo el horror. La desesperación encerrada entre unas endebles paredes da cabida al vicio y al crimen…
Parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso, además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico.
Ellos son «Los Miserables», los parias, los desamparados.
Victor Hugo, Los Miserables
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Los masones,q son los q mandan y programan en los sistemas educativos hablan del hombre hecho a si mismo, pero solo se lo aplican ellos, y mal,claro.
Las elites q nos gobiernan y dominans,secretas o no, están contentísimps teniendo a la genta apantallada o afutbolada
Salaudos
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Verás, hay personas que solo piensan en acabar con el sistema , porque no les permite acceder al poder y al control. Este tipo de personas suelen poner luego un sistema todavía peor. También suelen mostar sus dudosos valores humanos cuando te llaman persona interesada porque quieres tener una casa , algo que todo el mundo debería tener , y que es necesario para la libertad . O que cuando tienes un problema ni siquiera intentan ayudarte, simplemente te dicen que hablas en círculo y que no tienen solución a tus problemas, simplemente te quejas mucho.
Ese es el verdadero problema.
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Anda, el problema soy yo.
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No creo que seas el único que se comporta de esa manera.
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Pero yo contribuyo, soy parte del gran mal que se está haciendo al mundo.
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Ese tipo de valores suelen ser muy dañinos , si tú realmente los tienes, si que contribuyes a que las cosas estén así.
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Tendemos a percibir nuestras identidades como algo estable y en buena medida separado de fuerzas exteriores. Pero, tras décadas de investigación y práctica terapéutica, estoy convencido de que el cambio económico está teniendo un profundo efecto no sólo sobre nuestros valores sino también sobre nuestra personalidad. Treinta años de neoliberalismo, fuerzas del libre mercado y privatización se han cobrado su precio, a medida que la implacable presión por conseguir logros se ha vuelto normativa. Si están leyendo esto con escepticismo, se lo plantearé con esta sencilla afirmación: el neoliberalismo meritocrático favorece ciertos rasgos de personalidad y penaliza otros.
Hay ciertas características ideales necesarias para hacer hoy carrera. La primera consiste en ser elocuentes, al objeto de ganarse a la mayor cantidad de gente posible. El contacto puede ser superficial, pero dado que esto se aplica a la mayor parte de la interacción humana hoy en día, esto pasará en realidad inadvertido.
Es importante que seas capaz de poner tus capacidades por las nubes todo lo que puedas: conoces a mucha gente, tienes mucha experiencia en tu haber, acabas de terminar un proyecto de envergadura. Luego descubrirá la gente que esto era en su mayor parte pura filfa, pero el hecho de que inicialmente diera el pego depende de otro rasgo de personalidad: puedes mentir con convicción y sentirte poco culpable. Es por lo que nunca te haces responsable de tu comportamiento.
Por encima de todo esto, eres flexible e impulsivo, siempre a la busca de nuevos estímulos y retos. En la práctica, lleva a un comportamiento arriesgado, pero no importa, porque no te tocará recoger los trocitos. ¿La fuente de inspiración de esta lista? La lista de verificación de psicopatías de Robert Hare, el mejor especialista actual en psicopatías.
Esta descripción es, por supuesto, una caricatura llevada al extremo. Sin embargo, la crisis financiera ilustró a escala macro-social (por ejemplo, en los conflictos entre países de la zona euro) lo que la meritocracia liberal hace con la gente. La solidaridad se convierte en un lujo costoso y deja paso a alianzas temporales, siendo la máxima preocupación siempre sacarle más partido a la situación que tus competidores. Se debilitan los vínculos sociales con los compañeros, lo mismo que el compromiso emocional con la empresa o la organización.
El acoso solía limitarse a las escuelas; ahora es un rasgo común del lugar de trabajo. Se trata de un síntoma típico del impotente que desahoga su frustración con los débiles; en psicología se conoce como desplazamiento de la agresión. Hay una sensación oculta de temor, que va de la ansiedad por el desempeño a un miedo social más amplio al otro como amenaza.
La evaluación constante en el trabajo provoca un descenso de la autonomía y una creciente dependencia de normas externas y a menudo movibles. Esto tiene como resultado lo que el sociólogo Richard Sennett ha descrito adecuadamente como “infantilización de los trabajadores”. Los adultos exhiben estallidos infantiles de mal genio y se muestran celosos por trivialidades (“Tiene una silla nueva de oficina, y yo no”), cuentan mentiras piadosas, disfrutan cuando se hunden los demás y abrigan mezquinos sentimientos de venganza. Es el resultado de un sistema que impide a la gente pensar independientemente y que no sabe tratar a sus empleados como adultos.
Más importante, sin embargo, es el grave daño causado al amor propio de la gente. El amor propio depende en buena medida el reconocimiento que recibimos de los demás, como han demostrado pensadores que van de Hegel a Lacan. Sennett llega a una conclusión semejante cuando considera que la pregunta principal de los empleados es “¿Quién me necesita?”. Para un grupo cada vez mayor de personas, la respuesta es: nadie.
Nuestra sociedad proclama constantemente que cualquiera puede conseguirlo sólo con esforzarse lo suficiente, mientras refuerza a la vez los privilegios y ejerce una presión cada vez mayor sobre sus agobiados y exhaustos ciudadanos. Cada vez hay un número mayor de personas que fracasan, se sienten humilladas, culpables y avergonzadas. Siempre se nos dice que tenemos mayor libertad que nunca para elegir el rumbo de nuestra vida, pero la libertad de elegir fuera del relato del éxito es limitada. Además, a los que fracasan se les juzga como si fueran perdedores o gorrones que se aprovechan de nuestro sistema de seguridad social.
La meritocracia neoliberal querría hacernos creer que el éxito depende del esfuerzo y los talentos individuales, lo que significa que la responsabilidad reside enteramente en el individuo y que la autoridad debería otorgar a la gente toda la libertad posible para alcanzar esta meta. Para quienes creen en el cuento de hadas de la elección sin restricciones, la soberanía y la autogestión personales son los mensajes políticos preeminentes, sobre todo si parecen prometer libertad. Junto a la idea del individuo perfectible, la libertad que nosotros mismos advertimos que tenemos en Occidente es la mayor falsedad de esta hora y época.
El sociólogo Zygmunt Bauman resumió con esmero la paradoja de nuestra época: “Nunca hemos sido tan libres. Nunca hemos sido tan impotentes”. Somos desde luego más libres que antes, en el sentido de que podemos criticar la religión, aprovechar la nueva actitud de laissez-faire respecto al sexo y apoyar cualquier movimiento político que nos guste. Podemos hacer todas estas cosas porque ya no significan nada: la libertad de este género proviene de la indiferencia. Pero, por otro lado, nuestra vida diaria se ha convertido en una batalla constante contra una burocracia que dejaría a Kafka embelesado. Hay regulaciones para todo, desde el contenido de sal en el pan hasta la cría de pollos urbanos.
Nuestra presunta libertad se vincula a una condición central: debemos tener éxito, es decir, “hacer” algo de nosotros. No hay que buscar los ejemplos muy lejos. Un individuo altamente cualificado que pone la crianza de los hijos por delante de su carrera será blanco de las críticas. De una persona con un buen puesto que declina un ascenso para invertir más tiempo en otras cosas se piensa que está loca, a menos que esas otras cosas garanticen el éxito. A una joven que quiere ser maestra de escuela primaria le dicen sus padres que debería empezar por hacer un máster en Económicas. Una maestra de primaria, ¿en qué estará pensando?
Hay una constante lamentación sobre la llamada pérdida de normas y valores en nuestra cultura. Pero nuestras normas y valores forman parte integral y esencial de nuestra identidad. Así que no se pueden perder, solo cambiarse. Y eso es precisamente lo que ha sucedido: una economía transformada refleja una ética transformada y produce una identidad transformada. El actual sistema está sacando lo peor de nosotros mismos.
Paul Verhaeghe, profesor en la Universidad de Gante, catedrático en el Departamento de Psicoanálisis y Psicología Terapéutica, acaba de publicar What About Me? The struggle for identity in a market-based society, [¿Qué pasa conmigo? La lucha por la identidad en una sociedad basada en el mercado] (Scribe, Londres, 2014).
http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=7403
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http://fdosobarzo.blogspot.com.es/2009/01/neoliberalismo-y-libertad.html
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