DIVAGACIONES. (PARTE 1)

Últimamente ando más ocupado de lo normal y no tengo tiempo para escribir artículos con el detalle y la exactitud que suelo ponerles, así que se me ha ocurrido iniciar una serie de artículos para ir publicando las cosas en las que he estado pensando y que a lo mejor pueden transmitiros algo.

Cada día me doy cuenta de que el conocimiento es algo que nos hace más fuertes que la violencia, que suele ser en realidad una reacción y un reflejo ante el miedo. No hablo de un conocimiento enciclopédico o meramente cultural, sino del que se adquiere por la motivación de ser responsables y autónomos, del deseo de conocer el suelo que pisamos y de darle importancia a lo que hay alrededor nuestro, de no creer en mundos extraños sin ver su conexión con la extremista realidad de nuestro entorno: a veces frenética, otras aparentemente muerta. Hay tristeza y dolor en muchas personas, hay enfado ante lo injusto y una falsa y forzada resignación en quienes por cumplir con su trabajo, mantienen una expresión tranquila o incluso sonriente, con la mirada perdida, sin cuestionar nada. De vez en cuando, se ven estos ojos en blanco, inexpresivos, como indicios de anestesia ante el funcionamiento cotidiano de una máquina social perfecta, donde son las instituciones de todo tipo quienes controlan las vidas humanas, y no a la inversa.

Solamente el empezar a tener en cuenta como algo valioso y necesario lo que producimos cuando a ojos de esa máquina estamos parados (en realidad, en plena persecución de respuestas a las preguntas que nos hacemos si es que queda un poco de sangre en nuestras venas) podrá iluminar los alcantarillados en los que hoy por hoy, se desperdicia gran parte de lo que las personas valen y merecen.