LA LABRANZA DEL SUELO.

Voy a empezar con una larga serie de artículos que tienen como objetivo ayudar a quienes los lean a ser más autosuficientes, y a recuperar sus propios medios de vida. Muchos los centraré en la agricultura, pero también publicaré, conforme me vaya informando, sobre diversos temas, desde cómo funciona una bicicleta hasta cómo se hacen uniones de tablas de madera entre sí. Por supuesto todos estos temas los podéis encontrar en infinidad de libros, y en fuentes de la red, sin embargo, los publico como una información realmente útil para la vida de aquellos que vemos cómo esta sociedad constituye una amenaza permanente a una cosa: nuestra soberanía. Es obvio que existe un plan para quitarnos esa capacidad de hacer las cosas por nosotros mismos y para volvernos dependientes para todo. Especialmente los publico por los aportes que podáis hacer vosotros, por lo que conozcáis del tema y podáis aportarlo, o preguntarlo. No dudéis en hacerlo.

Retomo solamente un artículo que ya apuntaba en esa dirección: EL COMPOSTAJE

Esta vez quiero hablar sobre la labranza del suelo, y me lanzo a ello desconociendo totalmente el tema. Nunca he trabajado ni siquiera una parcela de tierra, algo que lamento y pretendo rectificar en cuanto pueda.

La labranza del suelo se hace desde la invención de los arados (arar, labrar o laborear el suelo es equivalente en esencia). El suelo tiene una primera capa superficial en la cual los restos de los organismos vivos (hojas caídas, cadáveres, etc) se van descomponiendo para generar materia orgánica (que va generando lo que se conoce como humus). En el caso de un cultivo, serían los restos de la cosecha anterior. Desde la superficie hasta unos 50 centímetros de profundidad, hay oxígeno, ya que hay aire entremezclado con los poros del suelo. Pero ese oxígeno va disminuyendo conforme bajamos hasta que ya no queda nada. En profundidad y sin oxígeno, las semillas no germinan y la materia orgánica se fermenta, no dando lugar al beneficioso humus (que retiene la humedad y los nutrientes, y da una esponjosidad y soltura al suelo que hace que las raíces crezcan a sus anchas).

Otro tema es el de las llamadas ‘malas hierbas’ o plantas adventicias. Plantas como la correhuela o la malva, por ejemplo, compiten con los cultivos y no es deseable que estén junto a nuestras hortalizas o frutales. Les arrebatan humedad, espacio y nutrientes (a pesar de eso algunas son buenas en el sentido de que atraen a polinizadores o repelen algunas plagas, ya hablaremos de eso).

La labranza consiste en remover o invertir la capa superficial del suelo, literalmente pasando lo de abajo arriba y al contrario. Todo ello se hace pensando en varios beneficios: primero el suelo se descompacta y se hace más suelto, con una textura apropiada para la germinación y crecimiento de las raíces. Otra ventaja, es que las plantas adventicias literalmente son arrancadas y pasadas a una capa algo más profunda, y son cubiertas de tierra, donde sirven como abono. La mayoría de hortalizas necesitan una capa mullida de suelo de unos 30 centímetros de profundidad, aunque algunas de ellas más, como las berenjenas, tomates, maíz, etc). Algunas raíces pueden tener más de 1 metro (las de la alfalfa creo recordar).

La labranza necesita un trabajo, utilizando herramientas como el rastrillo, la azada (básica para eliminar plantas adventicias) o desterronadores manuales. No quiero hablar mucho de esto porque nunca lo he hecho.

Una cosa básica para una buena labranza es que el suelo no debe estar ni muy seco ni muy húmedo. Hay un punto óptimo que se llama tempero. Si el suelo está muy seco, usted notará que ofrece mucha resistencia al paso de herramientas y que en lugar de disgregarse, formará terrones grandes y grandes orificios. Con algo más de humedad, se formarán agregados (de suelo) de tamaño más adecuado, dejando entre si unos espacios porosos que serían más aptos para sembrar, con aire y agua en cantidades suficientes. Esto se llama tempero y se puede comprobar porque al coger un fragmento de suelo y apretarlo con la mano, conserva la forma.

LABRANZA CERO O SIEMBRA DIRECTA.

Aunque la labranza es algo que se ha hecho tradicionalmente en realidad también tiene unos inconvenientes que deberían despertar una alerta especialmente en aquellos que pretendamos autosustentarnos con nuestro propio terreno de campo. Nosotros podemos, aunque requiera esfuerzo, retirar con el tiempo las plantas adventicias de forma manual (con la azada) conforme vayan saliendo. Y también podemos mantener el suelo aireado y con capacidad de retener el agua sin necesidad de labrar.

Uno de las desventajas que tiene es que altera la estructura en capas diferenciadas del suelo. Aunque se haga una labranza superficial (dentro de los primeros 30 centímetros del suelo) lo cierto es que expone a plena luz solar una serie de microorganismos (bacterias, hongos, actinomicetos y animales) que solo pueden vivir en la oscuridad, consiguiendo achicharrarlos. Estos organismos son muy beneficiosos y causar su muerte relantiza la producción de materia orgánica y la solubilización de muchísimos nutrientes valiosos como el azufre, el nitrógeno, etc. Muchos de estos nutrientes están en el suelo sin que las plantas puedan usarlos, y son estos organismos los responsables de hacerlos disponibles para que las raíces los absorban. También esa alteración e inversión del suelo hace que se destruyan muchos nidos y madrigueras de animales valiosos (muchas aves, por ejemplo, nos benefician al comer orugas que destruyen cultivos).

La labranza además hace que se reduzca la estabilidad del suelo y aumenta la erosión, ya que se pierde materia orgánica y eso hace que el agua sea menos retenida (se pierde la esponjosidad, y el agua fluye hacia abajo). Esto también conlleva que ese agua arrastre nutrientes fuera del alcance de las raíces de nuestras plantas (lixiviación). La labranza aumenta la cantidad de polvo: el suelo no labrado es mucho más firme y consistente.

ACOLCHADO O ‘MULCH’.

Al no labrar, se quedan los restos de la cosecha anterior en el suelo, ya que no son enterrados. Estos restos protegen del Sol y hacen que no se evapore tanta agua, guardándola en el suelo. También protegen contra los impactos de las gotas de lluvia. Todo esto se conoce como acolchado o mulch.

5 comentarios sobre “LA LABRANZA DEL SUELO.

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