¿CÓMO PREPARAR UN SUELO PARA CULTIVARLO?

Una de las dudas principales que podemos tener cuando queremos empezar a cultivar un terreno, es cómo prepararlo. Muchas veces en Europa nos encontraremos, lamentablemente, con suelos que han sido profundamente erosionados, compactados y agotados. Es algo frecuente que hará que aunque respetemos adecuadamente las necesidades de un cultivo, la cosecha sea muy escasa e incluso que sea imposible tener un rendimiento que nos permita vivir. Los cultivos serán más susceptibles a plagas y su crecimiento estará limitado por falta de agua, materia orgánica y minerales. Una situación lamentable que ocurre debido a la agricultura intensiva, el uso de maquinaria pesada, el excesivo laboreo del suelo, la toxicidad acumulada de los fitosanitarios, la tala de bosques y el excesivo uso de aguas corrientes (ríos o arroyos) para los campos.

Sin embargo, el estado de un suelo no es realmente un factor limitante: ¡mucho es lo que podemos hacer para recuperarlo y devolverlo a la salud! No es como el clima, el cual sí que tenemos que tenerlo en cuenta a la hora de sembrar y planificar los ciclos de rotaciones, los riegos, etc.

Para preparar un suelo hay que hacer en esencia tres cosas.

Primero, si es un suelo que es terreno de pradera, de arbustos (como el matorral mediterráneo) o forestal, es necesario eliminar todas las plantas de dicho terreno, así como en lo posible sus semillas para que no vuelvan a surgir, ya que quitarlas más tarde sería un trabajo excesivo, si se hace a mano. Los árboles han de talarse, así como los arbustos grandes. Se pueden quemar y sus cenizas usarlas para abonar la tierra, o bien para obtener maderas, leña, estacas… Quitar las hierbas de una pradera se puede hacer mediante la cava de zanjas, un método que he leído en el libro «El Horticultor Autosuficiente». Se trata de delimitar el área a cavar y dividirla en recuadros. Se cava el primero, y luego el agujero se rellena con la tierra del de al lado. Se va haciendo lo mismo con todos los cuadros. Con esto se habrá movido la tierra al completo, y las semillas habrán pasado a una zona profunda donde no puedan germinar. Con cavar a 50 centímetros de profundidad es suficiente.

Sin embargo, una cava en profundidad no es lo más aconsejable, a menos que sea una primera roturación de un terreno silvestre. Como vimos en este artículo: LA LABRANZA DEL SUELO la labranza profunda elimina gran parte de la vida del suelo y con el tiempo se acaba degradando: esto es lo que está ocurriendo a nivel mundial. La suerte es que hay varios métodos y herramientas que permiten convertir un suelo compacto en un suelo mullido y suelto sin necesidad de voltearlo. Podemos así evitar destruir así la vida y perturbar los horizontes del suelo.

En tercer lugar hay que abonar y fertilizar el suelo, echándole todos los nutrientes y materia orgánica necesaria para que recupere su capacidad de nutrir a las plantas. Realmente, el conjunto del suelo debe ser fértil, y estar lleno de organismos vivos. Esto podemos lograrlo de varias formas.

Estos tres esfuerzos han de hacerse no solo para convertir un terreno silvestre en otro cultivable, sino cada vez que se pretenda iniciar una nueva temporada, aunque a menos escala en este último caso.

1. LABRAR EL SUELO CON VOLTEO.

Si se ha dejado un terreno en barbecho y han crecido en él hierbas adventicias hay dos formas de quitarlas: o bien con la azada, o bien, regando y 1 o 2 días después, con el suelo húmedo, arrancarlas con la mano. Este método es más efectivo puesto que el total de las raíces salen con facilidad.

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Para mullir o airear el suelo, se utiliza una laya (horca de 4 dientes), una pala de cavar, una azada o un motocultor. Antes de utilizar la pala o la laya, hay que echar entre 20 y 25 cms. de compost o bien estiércol (de 3 a 4 carretillas por cada 50 metros2). El procedimiento es: primero se clava la horca en el suelo apoyando el pie, unos 25 o 30 cms, y se la mueve un poco hacia delante y detrás. Luego se aprieta hacia abajo con el mango y se voltea el suelo. Los terrones se golpean para disgregarlos. Luego se coloca la horca a 6 u 8 centímetros y se repite el proceso.

2. LABRAR EL SUELO SIN VOLTEO (LABRANZA SUPERFICIAL).

Afortunadamente, tenemos la posibilidad de descompactar el suelo sin necesidad de voltearlo. Con esto conseguiremos preparar un lecho de siembra, hundir los restos de cosecha anterior, abono verde o pradera pre-existente en la primera capita del suelo (no más de 2 o 3 centímetros) y eliminar las hierbas adventicias. Es muy importante respetar esta profundidad de 2 o 3 centímetros, sin superarla.

Para preparar el lecho de siembra, se puede usar un desterronador manual (arriba una imagen), azada, y rastrillo. Para combinar la materia orgánica de superficie con la primera capa, podemos usar un cultivador, o cualquier otro instrumento rotatorio que trabaje a escasa profundidad (pequeñas gradas de discos manuales). Esto logrará inducir un proceso de compostaje superficial.

El mullido del suelo y la eliminación de las hierbas se logra con binas y escardas.

El mullido se opone tanto a la desecación como a la compactación del suelo. Antes de la siembra se hace un «gradeo» (con un instrumento con discos) para quitar las plantas adventicias, y la bina se hace entre las hileras del cultivo ya implantado.

3. NO LABRAR EL SUELO: ACOLCHADO O MÜLCH.

Este método es muy distinto del anterior, ya que por muy degradado que esté el suelo, no hace falta removerlo ni labrarlo en absoluto. A la larga da buenos resultados, pero requiere un tiempo considerable para preparar el suelo. La gran ventaja es el enorme ahorro de agua. El acolchado hace que el suelo retenga mucho mejor la humedad, por dos motivos. El aporte de materia orgánica continuo lo hace muy esponjoso, por ello, capaz de retener mucha agua. Además impide la evaporación al privar al suelo del contacto directo con la luz solar.

Hay varias posibilidades, pongo solo una de ejemplo. El primer paso es cubrir el suelo con una gruesa capa de acolchado (pueden ser numerosos materiales, incluso cartones, con un espesor mínimo de 3 capas). Hay que esperar 1 mes hasta que las malezas se hayan ahogado e incorporado al suelo como humus. A continuación se siembra avena asociada a trébol rojo o blanco. Antes de que florezcan, se cortan y se dejan ahí, sin enterrarlos. Se preparan bancales de 0,8 a 1 metro de espesor, y el largo de lo que ocupe el terreno (accesible en todos los puntos sin pisarlo). Sobre la avena se echa paja o restos de poda previamente triturados (con un biotriturador o máquina chipeadora). Este colchón de avena y paja se tapa luego con una mezcla de compost o humus (70%) y arcilla (30%). Se riega el bancal, y se tapa con paja sin trocear de cobertura. Se esperan 2 meses y ya estará listo para sembrar.

3 comentarios sobre “¿CÓMO PREPARAR UN SUELO PARA CULTIVARLO?

  1. «Sin embargo, el estado de un suelo no es realmente un factor limitante: ¡mucho es lo que podemos hacer para recuperarlo y devolverlo a la salud! »

    Así es , me quedo con esa frase.

    Muy buen artículo Víctor, me ha gustado.

    Abrazo ¡

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  2. Muy bueno el artículo y en general estoy de acuerdo con lo expuesto, sobre todo la recomendación de leer el libro «El horticultor autosuficiente de Jon Seymur. Solo puedo aportar mi experiencia con el acolchado de paja. Pequeños acolchados de paja alrededor de la planta ayuda mucho contra las pequeñas heladas tardías o tempranas y también sombrean las raices y ayudan a mantener la humedad. Pero el exceso de acolchado en el huerto, nos traen pequeños inquilinos nada deseables en la huerta. Los ratones de campo.Están encantados en ese habitat y si no los controlas a tiempo, es un desastre.Un saludo.

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    1. Bueno saber eso, sí es de esperar que los ratones vayan a cobijarse en el calorcito. Lo mejor sería pienso hacer labranza superficial y luego una vez todo plantado, añadir un acolchado sin ahogar a las raíces. Gracias por responder, tus comentarios sobre este tema son muy buenos. ¡Un saludo!

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