ELABORAR MORTEROS DE CAL.

La cal es un material que se ha utilizado durante miles de años para todo tipo de construcciones, y ha sido en gran parte sustituida por el cemento desde que éste se descubrió, allá por 1824. Sin embargo, tiene sorprendentes ventajas que la hacen un material superior al cemento como forma de unión de unidades en edificaciones. Por ejemplo, es un excelente aislante térmico (mantiene el calor en invierno, y el fresco en verano), se tiende a agrietar mucho menos que el cemento, y es fuertemente impermeable, no dejando pasar el agua.

La cal es en realidad óxido cálcico (de fórmula química CaO) y se ha obtenido tradicionalmente de la piedra caliza (carbonato de calcio, o CaCO3) ya sea una caliza pura, o bien margas o dolomitas. La caliza forma el 20% de la superficie terrestre. Se transportaba hasta unos hornos de cal, dentro de los cuales se calentaba hasta 900 grados, y ese calor hacía que se desintegrara en cal y CO2:

CaCO3 –> CaO + CO2.

Tales hornos de cal adornan la geografía española.

La cal se puede distinguir en dos tipos: cal viva que es el óxido de calcio sólido, un material fuertemente corrosivo y peligroso si entramos en contacto con él, y la cal apagada que se consigue aportando agua al óxido de calcio, según esta fórmula:

CaO + H2O –> Ca(OH)2

Pero a su vez, este hidróxido de calcio lo podemos encontrar en dos formas, que se venden con nombres distintos. Por un lado, está la pasta de cal y por otro el hidróxido de cal. La pasta de cal mantiene el agua que se le añadió a la cal viva, y como su nombre indica, tiene una consistencia de pasta. En cambio el hidróxido de cal es vendido en forma de polvo sólido, y ya ha perdido la humedad. La pasta de cal es el mejor material que se puede utilizar.

Con esta pasta de cal se elaborará un mortero, fruto de la mezcla de dicha pasta con arena y agua, que puede servir para unir piedras o ladrillos, y también para alisar y repellar superficies (muros, techos…).

El proceso de elaborar la pasta de cal a partir de la cal viva es costoso, sin embargo merece la pena, porque una vez obtenemos la pasta, la podemos guardar durante muchos meses para utilizarla cuando la necesitemos. De hecho, cuantos más meses pasen antes de que la usemos, mucho mejor será la calidad, ya que se ha probado que cambia su estructura cristalina, haciéndose más pequeñas las partículas, consiguiendo así mejores propiedades y facilidad de uso.

Para el apagado de la cal hay que combinar 3,6 litros de agua por cada kilogramo de cal viva. Mucho cuidado con esto incluso a pequeña escala, en pequeñas cubetas, ya que es muy corrosiva la cal viva (hay que usar guantes de goma para manipularla) y por el CO2 que se emite en el proceso. Conviene hacerlo en el exterior y usar mascarilla con filtro para vapores inorgánicos. Aquí abajo, un ejemplo de fabricación a escala un poco mayor:

Aproximadamente se necesitan de 400 a 550 kilogramos de cal viva para producir 1 metro cúbico de pasta. Se ha de echar primero el agua y luego la cal viva, nunca al revés, a riesgo de que la reacción sea demasiado repentina. Lo mejor para hacer esto son bidones metálicos grandes y totalmente limpios previamente. A ser posible, con tapa hermética y cierre de anilla.

Al ir echando la cal en el agua, aumentará la temperatura hasta la ebullición (el agua empezará a hervir). Una vez baja la temperatura, conviene remover con una pala o rastrillo, para evitar que caigan terrones de cal al fondo. Estos trozos que no se disuelven se llaman caliches y si los usamos en la construcción, disminuyen mucho la calidad aumentando el riesgo de fracturas. Hay que batir la mezcla continuamente.

Dos días más tarde, se hace un tamizado o cribado, para dejar fuera los posibles fragmentos de cal sólida. Se usa un tamiz metálico o una malla plástica resistente, con un orificio máximo de 1 milímetro. Se ponen pequeñas cantidades de pasta y se aplasta con un paletín o paleta de puntas redondeadas.

La cal tamizada se guarda en un recipiente, siendo el óptimo los bidones o cubetas de plástico, ya que si son de metal se oxidarían con el tiempo, echando a perder la pasta de cal. Se deben almacenar al resguardo de la luz y de cambios bruscos de temperatura.

Para conservarse en buen estado, la pasta debe tener un exceso de humedad. Normalmente la cal va absorbiendo el agua, y si no se le añade periódicamente, se combina con el aire y se inicia la carbonatación es decir, se vuelve a formar caliza. Por ello, hay que poner agua cada vez que se note que le falta, o que hay una costra superficial seca en el bidón.

Aquí podéis ver otro procedimiento, más sencillo, para hacer un mortero de cal, directamente a partir de cal viva:

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