ELABORAR MORTEROS DE CAL.

La cal es un material que se ha utilizado durante miles de años para todo tipo de construcciones, y ha sido en gran parte sustituida por el cemento desde que éste se descubrió, allá por 1824. Sin embargo, tiene sorprendentes ventajas que la hacen un material superior al cemento como forma de unión de unidades en edificaciones. Por ejemplo, es un excelente aislante térmico (mantiene el calor en invierno, y el fresco en verano), se tiende a agrietar mucho menos que el cemento, y es fuertemente impermeable, no dejando pasar el agua.

La cal es en realidad óxido cálcico (de fórmula química CaO) y se ha obtenido tradicionalmente de la piedra caliza (carbonato de calcio, o CaCO3) ya sea una caliza pura, o bien margas o dolomitas. La caliza forma el 20% de la superficie terrestre. Se transportaba hasta unos hornos de cal, dentro de los cuales se calentaba hasta 900 grados, y ese calor hacía que se desintegrara en cal y CO2:

CaCO3 –> CaO + CO2.

Tales hornos de cal adornan la geografía española.

La cal se puede distinguir en dos tipos: cal viva que es el óxido de calcio sólido, un material fuertemente corrosivo y peligroso si entramos en contacto con él, y la cal apagada que se consigue aportando agua al óxido de calcio, según esta fórmula:

CaO + H2O –> Ca(OH)2

Pero a su vez, este hidróxido de calcio lo podemos encontrar en dos formas, que se venden con nombres distintos. Por un lado, está la pasta de cal y por otro el hidróxido de cal. La pasta de cal mantiene el agua que se le añadió a la cal viva, y como su nombre indica, tiene una consistencia de pasta. En cambio el hidróxido de cal es vendido en forma de polvo sólido, y ya ha perdido la humedad. La pasta de cal es el mejor material que se puede utilizar.

Con esta pasta de cal se elaborará un mortero, fruto de la mezcla de dicha pasta con arena y agua, que puede servir para unir piedras o ladrillos, y también para alisar y repellar superficies (muros, techos…).

El proceso de elaborar la pasta de cal a partir de la cal viva es costoso, sin embargo merece la pena, porque una vez obtenemos la pasta, la podemos guardar durante muchos meses para utilizarla cuando la necesitemos. De hecho, cuantos más meses pasen antes de que la usemos, mucho mejor será la calidad, ya que se ha probado que cambia su estructura cristalina, haciéndose más pequeñas las partículas, consiguiendo así mejores propiedades y facilidad de uso.

Para el apagado de la cal hay que combinar 3,6 litros de agua por cada kilogramo de cal viva. Mucho cuidado con esto incluso a pequeña escala, en pequeñas cubetas, ya que es muy corrosiva la cal viva (hay que usar guantes de goma para manipularla) y por el CO2 que se emite en el proceso. Conviene hacerlo en el exterior y usar mascarilla con filtro para vapores inorgánicos. Aquí abajo, un ejemplo de fabricación a escala un poco mayor:

Aproximadamente se necesitan de 400 a 550 kilogramos de cal viva para producir 1 metro cúbico de pasta. Se ha de echar primero el agua y luego la cal viva, nunca al revés, a riesgo de que la reacción sea demasiado repentina. Lo mejor para hacer esto son bidones metálicos grandes y totalmente limpios previamente. A ser posible, con tapa hermética y cierre de anilla.

Al ir echando la cal en el agua, aumentará la temperatura hasta la ebullición (el agua empezará a hervir). Una vez baja la temperatura, conviene remover con una pala o rastrillo, para evitar que caigan terrones de cal al fondo. Estos trozos que no se disuelven se llaman caliches y si los usamos en la construcción, disminuyen mucho la calidad aumentando el riesgo de fracturas. Hay que batir la mezcla continuamente.

Dos días más tarde, se hace un tamizado o cribado, para dejar fuera los posibles fragmentos de cal sólida. Se usa un tamiz metálico o una malla plástica resistente, con un orificio máximo de 1 milímetro. Se ponen pequeñas cantidades de pasta y se aplasta con un paletín o paleta de puntas redondeadas.

La cal tamizada se guarda en un recipiente, siendo el óptimo los bidones o cubetas de plástico, ya que si son de metal se oxidarían con el tiempo, echando a perder la pasta de cal. Se deben almacenar al resguardo de la luz y de cambios bruscos de temperatura.

Para conservarse en buen estado, la pasta debe tener un exceso de humedad. Normalmente la cal va absorbiendo el agua, y si no se le añade periódicamente, se combina con el aire y se inicia la carbonatación es decir, se vuelve a formar caliza. Por ello, hay que poner agua cada vez que se note que le falta, o que hay una costra superficial seca en el bidón.

Aquí podéis ver otro procedimiento, más sencillo, para hacer un mortero de cal, directamente a partir de cal viva:

MUROS DE PIEDRA.

Hola a todos, primero deciros que es la primera vez que el blog ha estado tan parado, ya van dos meses sin escribir y es todo porque he estado ocupado. Ahora ya entro en una época en la que tengo más tiempo para dedicarlo a escribir y van a ir apareciendo muchos artículos que tenía pensados, tanto de autosuficiencia, como de otros muchos temas, que abrirán un poco de luz en esta sociedad oscura y críptica en la que vivimos. Os pido colaboración y difusión en las redes sociales si pensáis que este blog merece la pena.

Empezaré con dos artículos que tenía pensados desde hace tiempo, continuando con la serie de artículos sobre agricultura. El primero sobre cómo construir correctamente un muro de piedra, y el segundo sobre cómo elaborar por uno mismo un mortero de cal para unir bloques ya sean de roca, ladrillo, adobe, etc. Lo haré lo mejor que pueda en base a la información que he ido recogiendo de diferentes webs, ya que es algo que yo nunca he tenido la experiencia de hacer. Aquí queden sin embargo estos conocimientos para el día de mañana.

CÓMO CONSTRUIR UN MURO DE PIEDRA.

Veamos en primer lugar cómo construir un muro de piedra con mortero de cemento (el mortero es el material que se usa para unir los bloques o unidades de un muro, suelo, camino, etc). Un mortero puede estar hecho con cemento, cal o tierra (a estos materiales se les conoce como aglomerantes) unidos con arena y agua.

Es muy importante que el muro que se construya tenga una base firme, que no se hundan unas partes sí y otras no con el tiempo. Salvo que sea construido sobre roca viva, habría que hacer un cimiento. En este caso, pondré cómo se hace el cimiento de hormigón (cemento junto con piedras).

Primero se marca el emplazamiento del muro, ya sea con una cuerda, hilo, pintura o marca sobre el suelo, preferentemente la línea media o central del muro.

A continuación, se cava una trinchera o zanja que tenga el doble de ancho del muro, y una profundidad de entre 50 y 80 centímetros, para el caso de un muro de 2 a 4 metros de alto. Para hacer la trinchera, todo depende de si el terreno a excavar es duro y consistente o blando. Si es duro y se mantiene todo va bien, pero si es blando y tiende a caerse y deformarse, hay que hacer un encofrado. Es decir, no se puede verter la mezcla directamente a la zanja, sino que hay que ponerle un molde, que puede ser de madera o de metal, y hacerlo capa a capa, esperando a que la parte inferior se seque para poner la capa superior.

Una vez tengamos la trinchera, se echan sobre el fondo los pedruscos más grandes de que dispongamos, y se remojan bien.

Ahora es el momento de hacer el hormigón: uno adecuado estaría formado por 2 partes de cemento, 4 partes de arena y un 8% de granzas. Las granzas son piedras de tamaño medio que se unen a la mezcla. La arena a utilizar, se recomienda que provenga de riberas de río, y ha de tener unas condiciones determinadas de uniformidad. Este hormigón hay que verterlo, pero si se quiere aún mejorar más el cimiento, se pueden incorporar en medio varillas de acero entrecruzadas y unidas por alambre. Estas varillas sujetarán mejor el peso del muro.

Una vez se seque el mortero, se limpia de musgo y de tierra suelta.

Ahora pasemos a la construcción del muro en su parte visible. A cada unidad de piedra que se utiliza se le llama un mampuesto lo que indica que está hecho a mano. Cada mampuesto tiene una parte más plana (cara) y otra más irregular (talón). Hay que procurar que la cara siempre se exponga hacia el exterior, y el talón hacia el interior del muro.

Cada capa nueva del muro requiere un tiempo de secado, por lo que la construcción es un proceso paulatino. Cada día que se termina de trabajar, hay que limpiar el muro para quitar piedrecillas o tierra.

El mortero de los mampuestos no tiene granzas: es suficiente con 1 parte de cemento y 4 de arena. Se le echará el agua que sea necesaria para que uno reaccione con el otro y adquiera la textura adecuada.

Para asegurar que el muro queda recto tanto horizontal como verticalmente, hay un par de herramientas que hay que usar. A cada línea del muro se le conoce como hilada. Las unidades pueden ser perfectamente iguales como cuando se hace una pared de ladrillos, o ser diferentes una de otra como en este caso de los muros de piedra, por lo general no hay una igualdad entre las unidades. Obviamente, hay que tener más cuidado y previsión cuando los bloques son distintos. Mediante un hilo o tendel se asegura la horizontalidad de cada hilada. Se colocan dos piquetes o cañas verticales a ambos extremos del muro y un hilo que los una a la misma altura (se pueden graduar los piquetes con marcas por ejemplo). Cada hilada se hará siguiendo esta altura. Sujeta a este hilo se puede colocar una plomada, que nos asegurará que el muro está quedando vertical como estructura, formando 90 grados con la superficie del suelo, y teniendo una superficie o paramento uniforme. La plomada se desliza a lo largo del hilo, por toda la superficie del muro. Un nivel de burbuja sirve también para determinar la verticalidad, si la burbuja queda centrada entre las dos marcas.

Antes de colocar las piedras en el muro, conviene limpiarlas con agua y cepillarlas. Luego se comprimen a martillazos contra el mortero, procurando no alterar la estructura del resto del muro. Se irá haciendo el muro por uno y otro lado, siempre con los talones hacia dentro. Para la parte superior del muro, una vez terminado, se colocan piedras redondeadas o una capa de hormigón armado (con varillas de acero). Finalmente se limpia todo el muro con una llana o palustre de albañil, y luego con un cepillo de nylon.

Se ha de colocar siempre primero el mortero y luego los mampuestos, nunca al revés, lo cual es un error muy común.

Según otro método que he encontrado, los pasos a seguir serían:

Primero, se coloca una piedra grande del mismo ancho que el muro, en cada extremo de una hilada. Luego una capa de mortero, que se golpea con un martillo para afianzarla. Se colocan las piedras de la primera hilada, alternadas tanto en horizontal como en vertical según su tamaño (una pequeña, una grande, una pequeña, una grande, etc). Otro error es colocar las piedras pequeñas todas dentro, y las grandes en el exterior: esto provocará que el muro se parta en dos.

Los huecos entre las piedras se rellenan con fragmentos llamados ripios y mortero. Las juntas se rellenan al final, con mortero y paleta.

Las estructuras de piedra pueden hacerse también sin mortero, apoyando unas piedras sobre otras, un método que se llama ‘piedra seca’.

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¿CÓMO PREPARAR UN SUELO PARA CULTIVARLO?

Una de las dudas principales que podemos tener cuando queremos empezar a cultivar un terreno, es cómo prepararlo. Muchas veces en Europa nos encontraremos, lamentablemente, con suelos que han sido profundamente erosionados, compactados y agotados. Es algo frecuente que hará que aunque respetemos adecuadamente las necesidades de un cultivo, la cosecha sea muy escasa e incluso que sea imposible tener un rendimiento que nos permita vivir. Los cultivos serán más susceptibles a plagas y su crecimiento estará limitado por falta de agua, materia orgánica y minerales. Una situación lamentable que ocurre debido a la agricultura intensiva, el uso de maquinaria pesada, el excesivo laboreo del suelo, la toxicidad acumulada de los fitosanitarios, la tala de bosques y el excesivo uso de aguas corrientes (ríos o arroyos) para los campos.

Sin embargo, el estado de un suelo no es realmente un factor limitante: ¡mucho es lo que podemos hacer para recuperarlo y devolverlo a la salud! No es como el clima, el cual sí que tenemos que tenerlo en cuenta a la hora de sembrar y planificar los ciclos de rotaciones, los riegos, etc.

Para preparar un suelo hay que hacer en esencia tres cosas.

Primero, si es un suelo que es terreno de pradera, de arbustos (como el matorral mediterráneo) o forestal, es necesario eliminar todas las plantas de dicho terreno, así como en lo posible sus semillas para que no vuelvan a surgir, ya que quitarlas más tarde sería un trabajo excesivo, si se hace a mano. Los árboles han de talarse, así como los arbustos grandes. Se pueden quemar y sus cenizas usarlas para abonar la tierra, o bien para obtener maderas, leña, estacas… Quitar las hierbas de una pradera se puede hacer mediante la cava de zanjas, un método que he leído en el libro «El Horticultor Autosuficiente». Se trata de delimitar el área a cavar y dividirla en recuadros. Se cava el primero, y luego el agujero se rellena con la tierra del de al lado. Se va haciendo lo mismo con todos los cuadros. Con esto se habrá movido la tierra al completo, y las semillas habrán pasado a una zona profunda donde no puedan germinar. Con cavar a 50 centímetros de profundidad es suficiente.

Sin embargo, una cava en profundidad no es lo más aconsejable, a menos que sea una primera roturación de un terreno silvestre. Como vimos en este artículo: LA LABRANZA DEL SUELO la labranza profunda elimina gran parte de la vida del suelo y con el tiempo se acaba degradando: esto es lo que está ocurriendo a nivel mundial. La suerte es que hay varios métodos y herramientas que permiten convertir un suelo compacto en un suelo mullido y suelto sin necesidad de voltearlo. Podemos así evitar destruir así la vida y perturbar los horizontes del suelo.

En tercer lugar hay que abonar y fertilizar el suelo, echándole todos los nutrientes y materia orgánica necesaria para que recupere su capacidad de nutrir a las plantas. Realmente, el conjunto del suelo debe ser fértil, y estar lleno de organismos vivos. Esto podemos lograrlo de varias formas.

Estos tres esfuerzos han de hacerse no solo para convertir un terreno silvestre en otro cultivable, sino cada vez que se pretenda iniciar una nueva temporada, aunque a menos escala en este último caso.

1. LABRAR EL SUELO CON VOLTEO.

Si se ha dejado un terreno en barbecho y han crecido en él hierbas adventicias hay dos formas de quitarlas: o bien con la azada, o bien, regando y 1 o 2 días después, con el suelo húmedo, arrancarlas con la mano. Este método es más efectivo puesto que el total de las raíces salen con facilidad.

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Para mullir o airear el suelo, se utiliza una laya (horca de 4 dientes), una pala de cavar, una azada o un motocultor. Antes de utilizar la pala o la laya, hay que echar entre 20 y 25 cms. de compost o bien estiércol (de 3 a 4 carretillas por cada 50 metros2). El procedimiento es: primero se clava la horca en el suelo apoyando el pie, unos 25 o 30 cms, y se la mueve un poco hacia delante y detrás. Luego se aprieta hacia abajo con el mango y se voltea el suelo. Los terrones se golpean para disgregarlos. Luego se coloca la horca a 6 u 8 centímetros y se repite el proceso.

2. LABRAR EL SUELO SIN VOLTEO (LABRANZA SUPERFICIAL).

Afortunadamente, tenemos la posibilidad de descompactar el suelo sin necesidad de voltearlo. Con esto conseguiremos preparar un lecho de siembra, hundir los restos de cosecha anterior, abono verde o pradera pre-existente en la primera capita del suelo (no más de 2 o 3 centímetros) y eliminar las hierbas adventicias. Es muy importante respetar esta profundidad de 2 o 3 centímetros, sin superarla.

Para preparar el lecho de siembra, se puede usar un desterronador manual (arriba una imagen), azada, y rastrillo. Para combinar la materia orgánica de superficie con la primera capa, podemos usar un cultivador, o cualquier otro instrumento rotatorio que trabaje a escasa profundidad (pequeñas gradas de discos manuales). Esto logrará inducir un proceso de compostaje superficial.

El mullido del suelo y la eliminación de las hierbas se logra con binas y escardas.

El mullido se opone tanto a la desecación como a la compactación del suelo. Antes de la siembra se hace un «gradeo» (con un instrumento con discos) para quitar las plantas adventicias, y la bina se hace entre las hileras del cultivo ya implantado.

3. NO LABRAR EL SUELO: ACOLCHADO O MÜLCH.

Este método es muy distinto del anterior, ya que por muy degradado que esté el suelo, no hace falta removerlo ni labrarlo en absoluto. A la larga da buenos resultados, pero requiere un tiempo considerable para preparar el suelo. La gran ventaja es el enorme ahorro de agua. El acolchado hace que el suelo retenga mucho mejor la humedad, por dos motivos. El aporte de materia orgánica continuo lo hace muy esponjoso, por ello, capaz de retener mucha agua. Además impide la evaporación al privar al suelo del contacto directo con la luz solar.

Hay varias posibilidades, pongo solo una de ejemplo. El primer paso es cubrir el suelo con una gruesa capa de acolchado (pueden ser numerosos materiales, incluso cartones, con un espesor mínimo de 3 capas). Hay que esperar 1 mes hasta que las malezas se hayan ahogado e incorporado al suelo como humus. A continuación se siembra avena asociada a trébol rojo o blanco. Antes de que florezcan, se cortan y se dejan ahí, sin enterrarlos. Se preparan bancales de 0,8 a 1 metro de espesor, y el largo de lo que ocupe el terreno (accesible en todos los puntos sin pisarlo). Sobre la avena se echa paja o restos de poda previamente triturados (con un biotriturador o máquina chipeadora). Este colchón de avena y paja se tapa luego con una mezcla de compost o humus (70%) y arcilla (30%). Se riega el bancal, y se tapa con paja sin trocear de cobertura. Se esperan 2 meses y ya estará listo para sembrar.

EL CULTIVO DEL GUISANTE

El guisante es una de las plantas que más proteínas aportan y es por ello que se convierte en imprescindible cultivarla cuando se pretende vivir de lo que se produce. Es una planta leguminosa que crece y da abundante cosecha rápidamente, si se las cuida y mantiene, en forma de las conocidas vainas. Es ideal su cultivo en zonas de clima no demasiado cálido, pero tampoco excesivamente frío. Su temperatura óptima de crecimiento está entre 16 y 20 grados de media.

Si quieres cultivarlos, conoce el clima de tu zona a nivel regional y local (no es lo mismo en la ladera de una montaña que en un valle, por ejemplo) y escoge las fechas que más coincidan. Piensa que el guisante aguanta heladas leves, por lo que se lo puede sembrar incluso un mes antes de que llegue la última helada. Para acelerar la germinación y que las raíces crezcan más rápido, se puede poner las semillas en agua 1 día antes. Así se previene que las débiles raicillas sean invadidas por los hongos, cuando sus paredes son finas. La siembra se hace a unos 5 centímetros de profundidad.

Hay múltiples variedades, que se diferencian en la altura de la planta. Se trata de una trepadora, a la cual hay que ponerle siempre tutores, que pueden ser simples cañas o palos, a los que ir atando el tallo principal con hilos o cuerdecillas conforme crezca, para elevarla del suelo. Los palos se pueden poner antes de sembrar, y colocar una semilla a cada lado, formando hileras dobles. Por supuesto, esto es solo una de las posibles formas de siembra. Algo muy recomendable es combinarlo con otras hortalizas, por ejemplo, una hilera de guisantes y otra de lechugas, rábanos, zanahorias, nabos, pepinos, judías, espinacas, coliflor, brócoli… Evitando porque hay una incompatibilidad, juntar el guisante con las cebollas o los ajos. En todo esto hay que tener en cuenta que las fechas de siembra de una y de otra, y sus desarrollos, pueden ser muy diferentes. Se suele dejar de 80 a 120 centímetros entre hileras de guisantes.

Otra opción es la siembra en cuadros, y no en hileras. Esto es especialmente favorable en una variedad española llamada tirabeque, que es de enrame. Los palos son totalmente necesarios aquí.

El tipo de suelo también ha de tenerse en cuenta. El guisante no necesita apenas riego o materia orgánica aportada desde fuera, no es muy exigente en ello siempre que el suelo la tenga. Si hay carencia, obviamente hay que proporcionarle lo que necesita. El acolchado es muy bueno para retener el agua e impedir encharcamientos (que favorecen a hongos como la antracnosis y el oidio o blanquilla). Pero sí hay que regar antes de sembrar, como es habitual en muchas plantas, y también durante la época de floración y de engrosamiento de las vainas, al menos 3 o 4 veces. Fertilizar justo antes de sembrar también es necesario. Posteriormente, el cultivo de guisante aportará abundante nitrógeno al suelo, por su asociación con bacterias Rhizobium.

Tarda alrededor de 100 a 150 días en dar vainas maduras. Deben ir recolectándose por la mañana con las manos, antes de que endurezcan (en cuanto se noten llenas). Es un cultivo de invierno-primavera pero esto varía según el clima local.

EL CULTIVO DEL TOMATE.

El tomate es una de las hortalizas que más se cultivan en todo el mundo, y más imprescindibles en nuestra alimentación. De nuevo, nos encontramos con miles de variedades, cada una de ellas de forma y tipo de crecimiento distinto pero en esencia se distinguen dos tipos de tomateras: las arbustivas, que dan todos los frutos de una sola vez (se utilizan para conservar el tomate, en forma de salsa, zumo… mediante congelación o enlatado) y las que tienen un crecimiento hacia lo alto (con ayuda de estacas) y que dan tomates a lo largo de toda la temporada.

Como se trata de una planta fundamental, voy a contar en detalle cómo cultivarlo de forma autosuficiente. Esta es una información que se puede encontrar en muchísimas páginas web y libros, de forma más profunda, pero una vez más lo hago para compartir con vosotros experiencias o dudas que nos surjan (todos nosotros en nuestra casa, si tenemos terraza y un clima caluroso, podríamos tener nuestros propios tomates, aunque es una planta de bastante crecimiento y necesita altura).

GERMINACIÓN

Las semillas del tomate pueden sembrarse en bandejas ya preparadas o en porciones de terreno especiales dedicadas a eso, o incluso en vasos de plástico. El tomate es una planta que no tolera las temperaturas bajo cero, de modo que se puede poner a germinar de 6 a 8 semanas antes del trasplante, que ocurrirá justo cuando ya hayan pasado las heladas (dependiendo de la variedad, será más temprano o más tarde). A los 5 o 10 días germinan las semillas. Hay que regarlas frecuentemente, sin inundarlas. Cuando tengan 2 hojitas o ramitas, se pasan a macetas más grandes. El sustrato de estas macetas ha de ser ligero, y una combinación que se recomienda, aunque hay otras es: 1 parte de turba de esfagno, 1 parte de vermiculita, y 1 parte de perlita, materiales que se pueden conseguir con facilidad, aunque con dinero (hay alternativas sin dinero). El esfagno tiene propiedades antifúngicas.

Sobre todo se ha de asegurar que el sustrato esté previamente esterilizado (sin otras semillas y sin posibles hongos perjudiciales). El suelo de nuestra huerta se puede usar pero solamente si se esteriliza: esto puede lograrse calentándolo a 82 grados C como mucho, si se sobrepasa esta temperatura el suelo emitirá elementos tóxicos.

Al pasar las plántulas de las bandejas de germinación a las macetas o cubos, hay que mirar atentamente si alguna tiene problemas de hongos (Pythium, Rhizoctonia, Phytophtora…) que suelen atacar en esta fase de fragilidad. Si observamos hongos, hay que retirar la plantita.

Antes de poner las semillas en el sustrato, hay que regarlo, e incluso, hay que mezclar previamente este sustrato con agua caliente removiendo ambos con una cuchara de madera u otro utensilio estéril.

PLANTACIÓN

Si estamos a 10 o 14 días de la última helada, y la temperatura es cálida tanto por el día como por la noche, es momento de poner las tomateras en su lugar definitivo. Es preferible hacerlo cuando el Sol no pegue fuerte, por ejemplo, un día nublado, o bien a horas del amanecer o atardecer: las plantas pueden quemarse pues ahora son débiles. Conviene dejar unos 50 centímetros entre cada planta, y 80 centímetros entre hileras.

En la siguiente imagen se ve un cultivo de tomate con estacas y con un acolchado de paja.

Para plantar, se cavan agujeros 2 veces más grandes que lo que ocupa una raíz de tomatera (o el cepellón de tierra a su alrededor) y de unos 15 centímetros de profundidad. 1 hora antes de plantar hay que regar bien las macetas de tomates. Una vez colocada la planta, un tercio del agujero se rellena con tierra de alrededor, y el resto con compost y algún fertilizante especial. Se añade agua, se entierra parcialmente la parte inferior del tallo, y se cortan las hojas inferiores.

Opcionalmente, se puede clavar una caña o estaca al lado de donde se pondrá cada planta, que servirá como tutor, para mantener a la tomatera erguida hacia arriba. Para eso, conforme vaya creciendo, tendremos que ir atando las nuevas ramas a dicha estaca o palo alto, con cuerdas o hilos. Esto tiene sus ventajas y desventajas pero es muy recomendable hacerlo: lo único, es que se necesitará regar un poco más.

CUIDADOS Y MANTENIMIENTO

El tomate necesita un riego muy frecuente y continuado en el tiempo, sin interrupciones. Esto es crucial para evitar grietas en los frutos y numerosas enfermedades.

Aquí es donde tenemos que mencionar el acolchado o mülch de nuevo. Para hacerlo tenemos que extender una capa de algún material (hay muchos: paja, hojas secas, césped, compost, hojas de periódico, o plástico negro) en nuestro terreno (al menos, en las hileras donde están los tomates). Conseguiremos con esto retener mucho mejor la humedad y evitar el crecimiento de otras plantas que nos perjudicarían, evitándonos el esfuerzo de quitarlas nosotros. Eso sí, ¡nunca hacer el acolchado hasta que hayan pasado de 3 a 5 semanas tras la plantación!

Los tomates dan fruto en pocas semanas. La fertilización ha de hacerse cada 3 o 4 semanas desde que aparecen los primeros frutos pequeños. Antes de eso, justo después de plantar, ver que las hojas amarillean es un indicio de que no se ha fertilizado bastante (el tomate es muy exigente en nutrientes). En tal caso simplemente hay que añadir más compost o el fertilizante especial de que se disponga. Preferentemente algo rico en calcio, como la harina de huesos, ya que la deficiencia de calcio es una de las causas de que aparezca una de las peores y más comunes plagas del tomate: la podredumbre.

Para fertilizar se retira la capa de mülch, se vierte el fertilizante y a continuación se riega. Luego se vuelve a poner el beneficioso acolchado.

A los tomates les salen primero hojas en las ramas principales, pero luego, del tallo principal directamente en la base de cada rama, salen unas hojas que luego darán nuevas ramas. Conviene quitar estos «chupones» ya que su desarrollo hace que no llegue tanta energía a los frutos. Es mejor tener pocas ramas con frutos gruesos y grandes, que muchas ramas con menos cantidad de frutos en total. También hay que ir quitando con el tiempo las hojas inferiores, que van amarilleando y pueden ser fuente de hongos y bacterias peligrosas.

De 60 a 85 días después de plantar ya se puede empezar a recolectar, según la variedad.

EL CULTIVO DE LA PATATA.

La patata es una gran fuente de hidratos de carbono, y también contiene mucho potasio. Es además fácil de almacenar durante el invierno, por lo que cultivarla se convierte en algo casi esencial para el que quiera sobrevivir por sus propios medios.

Son miles las variedades de patata que existen, que aparte de ser distintas por su resistencia a las condiciones ambientales y a las enfermedades, dan lugar a una variedad de tubérculos muy grande, muy distintas de las que solemos ver en el mercado. Sin embargo a la hora de cultivar lo que tal vez sea más importante es distinguir entre variedades «tempranas», que se pueden sembrar en pleno enero y plantarse en el exterior a mediadios de marzo, o variedades más tardías, que prefieren una época más calurosa.

Es una planta que viene de los Andes, y prefiere una temperatura que vaya de 13 a 18ºC. Como la mayoría de hortalizas, hay que plantarla en el suelo al exterior solo una vez que la temperatura sea superior a 7ºC. El proceso de formación de la patata se llama tuberización. Se trata de un tubérculo, es decir, no es un fruto sino una reserva de energía que se forma en las raíces de 90 a 100 días una vez plantada, y que utiliza para dar flores y frutos durante ese mismo año. Luego, las semillas atraviesan una etapa de letargo en el suelo hasta que encuentran buenas condiciones para germinar (recordemos que toda semilla necesita 3 condiciones para germinar: agua, aire y temperatura adecuada). La polinización suelen hacerla abejas, u otros insectos voladores, pero en general se intenta evitar la formación de frutos, o recoger el tubérculo antes de que esto ocurra, porque consume la energía almacenada dentro de la patata.

La planta es muy sensible a las heladas, si hay riesgo de noches por debajo de 0ºC hay que cubrirlas o protegerlas. Otra alternativa es esperar a que pase ese riesgo y hacer una siembra previa en un lugar interior, en un recipiente cualquiera: una maceta o una caja de huevos pueden servir para eso. No se utilizan semillas, sino que los de los tubérculos salen unas yemas o brotes que generarán nuevas plantas. También se les llama «ojos». Hacer esto conviene sobre todo en variedades tempranas.

A la hora de sembrar los tubérculos con yemas ya aparecidas en la tierra, hay que evitar que estén muy cerca de la superficie porque el contacto con la luz solar los hace verdes. Hay que enterrarlos a 7 u 8 centímetros. Prefiere un suelo profundo, suelto, con mucha materia orgánica (que retendrá muy bien el agua) y con un pH entre 5,5 y 6. De todos modos, se adapta bastante bien a muchos tipos de suelo, exceptuando los pedregosos o excesivamente compactados. Por norma general se planta en hileras, dejando entre 50 y 70 centímetros entre cada hilera o surco. Se ve muy favorecida si se echa estiércol previamente a la plantación, pero este debe echarse 3 meses antes de la misma, porque el estiércol durante la época de calor se pudre y es fuente de enfermedades. Cuando se plante, ya debe estar bien descompuesto.

Nutrición de la patata: Para la patata son fundamentales nitrógeno, fósforo y potasio. El nitrógeno aumenta el crecimiento de las hojas y la tuberización. El fósforo también activa la tuberización (hace que se desarrolle antes) e impide el ennegrecimiento interno de la patata y aumenta su contenido en fécula (que hace al tubérculo comestible y dulce). El potasio es especialmente importante: da resistencia a heladas, sequía o enfermedades (en especial el mildiu, que es la peor de todas). También aumenta el tamaño de las patatas. Es muy sensible a la deficiencia de magnesio: esta se empieza a notar con amarilleamiento de los nervios de las hojas, y en casos graves la planta muere. Aportes de zinc la favorecen mucho. Es muy exigente de agua: variaciones entre períodos secos y húmedos hacen que aparezcan grietas, surcos y estrechamientos.

El aporcado: El aporcado consiste en cubrir con tierra, de un lado y del otro de la hilera, la planta hasta una cierta altura (sin llegar a tapar las hojas, claro). Esto tiene varios beneficios: hace que no le de la luz del sol a las patatas, así no enverdecen, hace que tengan más espacio para crecer, y se eliminan herbas adventicias de los surcos.

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Cultivo en contenedores:

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EL CULTIVO DEL NARANJO.

Tras el artículo sobre la cebolla, paso a describir el cultivo del que quizá sea el árbol cultivado más frecuente en mi tierra (Valencia), el naranjo. De hecho hay una variedad de naranja llamada Valencia que es una de las más habituales. Una fruta que recomiendo a todos comer a menudo cuando sea la temporada, por su contenido en vitamina C. Aunque es un árbol subtropical, crece muy bien en la zona mediterránea, ya que lo que más necesita este árbol es recibir una alta cantidad de luz solar, y no estar expuesta a un frío intenso (las heladas de hecho pueden matarlo). Es muy sensible también al exceso de humedad y a una alta salinidad. Requiere muchísima agua. Su nombre científico es Citrus sinensis L. Osbeck.

Empiezo contando un poco la vida de un naranjo. Como muchos árboles, nace a partir de una semilla, que se siembra en un vivero. En los viveros la plantita crece y se desarrolla durante 1 o 2 años, durante los cuales nunca produce flores ni frutos todavía. Pero en estos viveros hacen otra cosa: los injertos. En los naranjos que luego se llevan a un campo para plantarlos, hay dos variedades, e incluso a veces hasta dos especies distintas combinadas. Las raíces y el tronco pertenecen a lo que se llama el ‘portainjerto’. Este suele ser una variedad muy resistente al frío (aunque nunca tolera temperaturas bajo cero) y a varias enfermedades. El portainjerto más utilizado es sin duda el Citrange Carrizo, pero hay otros: Citrange Troyer, Citrumelo, Mandarino Cleopatra, naranjo amargo, etc.

El injerto corresponde a una variedad que da abundantes y dulces frutos. La naranja dulce es de la que nos ocuparemos en este artículo, pero hay multitud de cítricos: limones, limas, pomelos, mandarinas…

A los 2 años aproximadamente, se lo lleva a plantar en un campo, con las raíces rodeadas de tierra formando un cepellón, y dentro de un recipiente. A los cuatro o cinco años desde su germinación en el vivero, ya comienza a dar frutos. Producirá abundantes frutos durante 20 años, y desde entonces irá disminuyendo su producción, en lo que se llama el envejecimiento del árbol. Puede alcanzar los 10 metros de alto, pero suelen tener entre 3 y 7 metros.

Plantación: Una vez escogido del vivero el árbol que buscamos (aunque también podemos plantarlo nosotros mismos a partir de una semilla, lo que tarda más y requiere aún más cuidados) tenemos que elegir un lugar que sepamos que va a recibir abundante luz solar y que tenga un pH neutro o tan solo ligeramente ácido. Los suelos calcáreos o con pH mayores que 7 dan bastantes problemas sobre todo para la absorción de nutrientes como el hierro y el magnesio, dos minerales que suelen ser agregados como fertilizantes en los cultivos a gran escala.

Hay que cavar un agujero que sea el doble de ancho que el recipiente donde viene el naranjo, y alrededor de 1,5 veces más profundo. Luego mezclar esta tierra con compost que hayamos elaborado, y dicho compost preferentemente hecho con abundancia de elementos animales (restos de carnes o pescados, excrementos, gallinaza, etc) y añadir la mezcla a la base del agujero. Si el suelo es pesado o arcilloso, conviene añadirle algo de arena porque esto favorece el drenaje (el flujo de agua hacia abajo en el suelo, sin que haya encharcamientos, que son fatales para el naranjo). Se coloca el árbol dentro y se rellena con tierra. Se riega con abundancia. La plantación debe hacerse en primavera cuando todo riesgo de heladas haya pasado.

A los naranjos les beneficia mucho un mülch o acolchado de materia orgánica, por ejemplo de estiércol, hojas, o (mejor aún) de compost. Esto disminuirá la evaporación del agua del suelo, y liberará nutrientes de forma paulatina. Pero hay que estar muy atento a no echar este acolchado en las inmediaciones del tronco, porque la acumulación de humedad favorecería la aparición de hongos como Phytophtora citrophtora (causante de la gomosis de los cítricos) o la Armillaria mellea.

EL naranjo requiere mucha agua, más que el limonero. Generalmente se quitan hojas o algunas ramas del árbol cuando se acumulan demasiadas hojas en el centro, para asegurar que hay un flujo de aire en el interior de su copa (esto impedirá muchas plagas y favorecerá la fotosíntesis).

https://www.regenerative.com/magazine/seven-tips-growing-citrus-trees

CÓMO CULTIVAR LA CEBOLLA.

Empezando con las cebollas, poco a poco iremos informando en el blog de cómo se cultivan las frutas, hortalizas y plantas que más necesitamos para vivir y alimentarnos. Nos centraremos en los aspectos más prácticos y en la perspectiva de un cultivo autosuficiente (sin recurrir al mercado) que sin duda es más difícil y requiere más esfuerzo, y también es más arriesgado, pero que merece la pena. Estos artículos son principalmente para que los que tengáis experiencia directa aportéis información, y para resolver dudas sobre cómo cultivar.

SIEMBRA

La cebolla normalmente se siembra en un almácigo o semillero. Las semillas tienen 3 milímetros de diámetro, por lo que se entierran en orificios de 1 centímetro (el triple) y esto ocurre con la mayoría de las plantas a la hora de sembrarlas. En cada agujero se recomienda meter 1 o 2 semillas, aunque son muy pequeñas, luego se cubre con tierra, se aprieta un poco y se riega. La brotación se observa a los 15 días. El semillero puede llegar a producir 1.000 plantas por metro2, y a los 3 o 4 meses hay que proceder al trasplante al lugar definitivo de crecimiento. El semillero es un lugar donde las plantas germinan y crecen un poco. Es un medio especial del que ya haremos un artículo: al inicio de su crecimiento las plantas son más sensibles. En el caso de la cebolla hay que trasplantar cuando las plántulas tengan de 6 a 8 centímetros de altura (la única hoja alargada y fina que tendrán por el momento).

TRASPLANTE

Antes de hacer el trasplante hay que aflojar el suelo y echar compost encima. Aflojar significa romper la costra superficial o los terrones que se hayan formado, para «ablandarlo». Se pueden ubicar las plantas en la tierra directamente, pero también en camas de cultivo (fragmentos de terreno a un nivel más alto, rodeados de madera por ejemplo) o en macetas, pero siempre hay que asegurarse de que haya al menos 30 centímetros de profundidad, si no no podrá crecer bien.

Las pequeñas plantitas hay que cogerlas con sumo cuidado y no dañar las raíces. Hay que realizar orificios en el terreno que sean lo bastante profundos como para cubrir hasta donde empiece la hoja. Ubicar las plantas a unos 15 cms. de distancia en la hilera o caballón, si son de bulbo grande, y a unos 8 cms. si son de bulbo pequeño (esto depende de la variedad escogida). Una vez colocadas las plantas en sus agujeros, hay que tapar con tierra y regar inmediatamente. También habrá que regar desde este momento a intervalos de 15 a 20 días.

El ciclo total dura 3 o 4 meses. Primero crecen las hojas y raíces. Luego esto se detiene y es cuando el bulbo se empieza a formar y engrosar debajo de la tierra. El bulbo es un conjunto de hojas subterráneas encajadas entre sí, que acumulan nutrientes (azúcares y aminoácidos). La planta hace esto por ella misma: el bulbo es su reserva de energía para la época de floración y reproducción sexual. Esto se produce cuando comienza el segundo año. A los 3 o 4 meses la planta ya ha hecho el bulbo y ya se puede extraer para consumirlo o almacenarlo.

SALUD DEL CULTIVO

Numerosas plagas pueden afectar a la cebolla pero para evitarlas en la medida de lo posible, tenemos que tener en cuenta las preferencias de la cebolla. Se necesita un suelo con un pH de 6 a 6,5 es decir, un poco ácido, que no sea un suelo calcáreo. Respetar la mencionada densidad de siembra y la abundancia de materia orgánica. También hay que sembrar en el momento adecuado: cada variedad de cebolla es distinta. Unas son tempranas y se pueden plantar en pleno invierno, otras son más tardías (de día largo se llaman también) y no se han de plantar hasta que vengan los días más calurosos.

Asociaciones que se han visto muy positivas con la cebolla son: la lechuga, tomate, remolacha, fresa, manzanilla, calabacines… Muy conocida asociación es la de cebollas y zanahorias, puesto que la cebolla ahuyenta a la peligrosa mosca de la zanahoria. Puede plantarse una hilera de cada una, por ejemplo. Hay varias formas de hacer las asociaciones.

CÓMO FABRICAR JABÓN.

En las grandes ciudades de hormigón en las que vivimos, con sus bosques de antenas y su alta tecnología, hemos olvidado algo tan simple como elaborar jabón. Hasta tal punto que vamos a comprar al supermercado o la droguería productos que contaminan la naturaleza y que resultan tóxicos para nosotros para lavarnos a diario. Si usted se para un momento a mirar la composición química de un champú o un gel de baño de los que se usan habitualmente, e investiga, encontrará que la cantidad de sustancias que contiene es enorme y además, muchas de ellas son perjudiciales para su salud (ftalatos, bisfenol, diversos cancerígenos).

Si queréis buscar información apropiada sobre alguna de estas sustancias, os recomiendo que pongáis su nombre en la siguiente web, donde pone ‘Search for Chemicals’: https://echa.europa.eu/

La ignorancia sobre la elaboración del jabón demuestra lo alejados que estamos de la experiencia y lo mal que se enseña la ciencia. La química detrás del proceso es muy simple. Que podamos estar asustados por el simple hecho de tener que ponernos unos guantes o gafas de protección, demuestra el miedo que nos han implantado a la experiencia real de las cosas. ¿Qué nos impide realmente hacer nuestros propios jabones, que en nada envidiarían a los industriales?

A un nivel muy básico todo lo que se necesita es agua, un hidróxido (puede ser la sosa o la potasa, y esto marca una importante diferencia) y un aceite vegetal (pueden ser muchos: oliva, girasol, coco, colza, palma…).

En primer lugar tenemos que echar al agua, muy poco a poco, la sosa (hidróxido de sodio) o la potasa (hidróxido de potasio). Si queremos conseguir un jabón sólido y firme, es preferible la sosa, y la potasa para jabones más viscosos o líquidos. Al contacto con el agua la parte positiva y negativa se separan y esto libera calor. Es una reacción que libera mucha energía y debemos estar protegidos de las salpicaduras, que son corrosivas si tocan nuestra piel.

Una vez se estabiliza la disolución, se echa el aceite vegetal poco a poco y se da vueltas con un un utensilio de madera (una cuchara) durante un tiempo de varias horas. Poco a poco, la mezcla irá cogiendo la consistencia de un puré. Este es el momento adecuado para agregarle esencias si queremos, las cuales son aceites esenciales (os recomiendo este artículo: ¿QUÉ SON LOS ACEITES ESENCIALES? ). Estos darán al jabón su olor agradable y aparte algunos aceites mejoran propiedades de la piel.

También se le ha podido añadir un colorante si queremos que el jabón tenga un determinado color: azul, rojo, amarillo, verde… Hay muchos colorantes de origen natural con todos estos tonos de color.

El jabón son sales de un ácido graso, y se hacen de la combinación de los triglicéridos del aceite con la parte positiva de la base. La reacción química se llama saponificación y es esta:

Sin embargo, ni siquiera es necesario entender esto para hacer el jabón uno mismo. La experiencia hace al maestro incluso sin los conocimientos teóricos que proporcionan los científicos.

MOLDEADO.

Para darle una forma determinada al jabón es necesario elegir un molde. Los más habituales son de silicona o de madera, aunque hay de más materiales. El jabón se solidifica lejos de la luz solar directa, en un entorno seco.

CÓMO PREVENIR LAS PLAGAS DE LOS CULTIVOS.

Hoy en día hay muchos fitosanitarios y métodos de control de plagas (pueden ser animales, vegetales, hongos o algunas bacterias) que se pueden conseguir en el mercado, desde algunos que son verdaderamente tóxicos como los piretroides (la permetrina) los neonicotinoides (el imidacloprid) o los organofosforados (el clorpirifos) por ejemplo, hasta otros que son totalmente «ecológicos» y no dejan ningún residuo ni en el cultivo ni en el medio ambiente, por ejemplo, el control biológico, las trampas de feromonas (método de confusión sexual por ejemplo) etc. Hay incluso productos basados en comunidades de organismos vivos, como los de una empresa para la que actualmente trabajo de comercial.

Sin embargo, en este blog os queremos animar a actuar sin necesidad de recurrir al mercado en ningún caso. ¿Es posible mantener un cultivo sin plagas y sin utilizar ninguno de estos productos? Rotundamente sí, pero requiere una serie de cuidados y de conocimientos bastante profundos. Algunas veces aparece un foco de una plaga y hay que saber qué hacer para que no se extienda. Pero la base para conseguir esto es la prevención. Tenemos que tener en cuenta muchos factores y poner en práctica una batería de medidas que casi con toda seguridad harán que nuestros terrenos no tengan organismos perjudiciales en exceso.

1) Tenemos que intentar utilizar variedades autóctonas que sepamos que están adaptadas al suelo y al clima de una determinada región. Si no, tenemos que intentar adaptar el suelo a nuestra planta.

2) Hacer ciclos de rotaciones adecuados. Se trata de no cultivar lo mismo en la misma parcela o bancal en distintas temporadas (la temporada abarca un ciclo de desarrollo completo).

3) Hacer asociaciones de cultivos beneficiosas dentro de la misma parcela. Algunas plantas ahuyentan a las plagas de la otra, o crecen más si las juntamos una con la otra. Las plantas aromáticas intercaladas en un cultivo hacen funciones muy positivas.

4) Hay que incrementar todo lo que se pueda la fertilidad natural de la tierra, principalmente añadiéndole materia orgánica descompuesta mediante el compostaje.

5) Evitar el exceso de humedad mediante un riego adecuado (si hace falta regar, a veces no es necesario) y mojar las hojas, hará que los hongos no aparezcan o no se transmitan. Hongos como el oidio, la roya, el mildiu y la podredumbre de las raíces requieren mucha humedad. No se recomienda un riego por aspersión. El riego por goteo reduce mucho la acumulación de agua, pero requiere una maquinaria de regulación muy compleja.

6) En el caso de hongos, retirar cuanto antes las partes afectadas. Hay que vigilar el cultivo con frecuencia.

7) Evitar plantas adventicias como la correhuela (que siempre suele transmitir el oidio) y una excesiva densidad de siembra: ¡las plantas deben estar bien aireadas!

8) Evitar un exceso de nitrógeno, pues debilita a la planta frente a hongos y numerosos insectos.

9) Mantener en la medida de lo posible animales beneficiosos dentro de nuestro campo: insectos depredadores como mariquitas, crisopas entre otros, frenarán a las plagas. Se ha descubierto incluso una mariquita amarilla de 22 puntos que se alimenta de los hongos perjudiciales.

10) Mirar continuamente el envés o parte inferior de las hojas por si hay animalillos chupadores: mosca blanca, pulgones, araña roja o trips. Si se detectan en alguna planta, el jabón potásico los elimina por contacto directo. Esta sustancia se vende como sales de potasio o laureato de potasio, pero es sencillo hacerlo por uno mismo.