El mundo entero (salvo quizás, los cristianos protestantes, que decidieron no hacerlo) está a punto de celebrar la fiesta de la Navidad. Muy pocos, en cambio, saben lo que realmente es esta fiesta, y lo que están celebrando, ¡tan alejados vivimos de la Naturaleza y del legado de nuestros antepasados! Con este artículo, descubriréis el hermoso y profundo significado de estos días, una fiesta tan importante que no ha podido ser eliminada con el paso de los siglos.
Probablemente usted solo haya escuchado hablar de la Navidad como algo relacionado con el nacimiento de Jesús, un profeta judío de hace unos 2.000 años. Sin embargo, la Navidad es algo mucho más ancestral, relevante y universal que eso, es algo que nos atañe a todos. Para ello solo tenemos que pensar qué sucede cada vez que llega el día 25 de diciembre. Lo que sucede es, ni más ni menos, que el solsticio de invierno, es decir, la noche más larga de todo el año, y el día más corto, siempre y cuando estemos en el hemisferio norte, por supuesto. En realidad, el solsticio de invierno a nivel astronómico sucede el 21 de diciembre, que es cuando la Tierra está más alejada del Sol y al mismo tiempo más inclinada, de tal manera que los rayos del Sol nos llegan con menor intensidad. Sin embargo, a nuestros ojos, desde la superficie de la Tierra, el Sol parece quedarse estático durante dos días, y es el día 25 de diciembre cuando parece que, efectivamente, vuelve a iluminar y a durar más durante el día. El frío, la oscuridad, la incertidumbre, identifican al solsticio, pero el día 25 es el día en que el Sol vuelve a la vida, en que la luz vence a la oscuridad.
Pero los pueblos antiguos no se quedaban asustados y quietos ante esta situación astronómica y climática que tanto les afectaba. Los antiguos nórdicos y los pueblos germánicos celebraban el Yule, y los romanos celebraban las Saturnales, justo en estos días. Vamos a ver en qué consistían estas fiestas.
EL YULE.
El Yule se celebraba por los germanos y los escandinavos o vikingos entre los días 21 de Diciembre (el solsticio de invierno) y el 1 de enero, es decir que duraba 12 días. En oposición a los peligros, la dureza, la escasez del crudo invierno, estos días estaban destinados a reunirse con la familia y los amigos, estrechar los lazos humanos, y a ser hospitalarios con los demás. Era muy común la costumbre de hacer regalos, entre otros, a los niños. Todos solían preparar buenas comidas, y se decoraban los árboles con velas y frutas o piñas de coníferas, las primeras para ayudar al débil Sol a cobrar nuevas fuerzas, y las segundas, para representar el deseo de abundancia y buenas cosechas en el nuevo año, y para celebrar el regreso de la vegetación. Era común también encender fuegos, quemando algún tronco o rama de roble, o bien de tejo, árbol que representa la muerte del nuevo año. Como podéis imaginar, es de aquí que viene la costumbre de encender luces en Navidad, de poner un árbol e iluminarlo, de encender fuegos, de hacer regalos o de reunirnos con las familias.
No obstante, Yule era una fiesta dedicada muy especialmente a Odín, o Wotan, el principal dios de los pueblos germánicos y escandinavos. Odín, en su búsqueda de conocimiento (era un dios permanentemente interesado en la sabiduría, hasta el punto en que cambió uno de sus ojos por una sabiduría más profunda) recorría los cielos montado en un caballo con ocho patas llamado Sleipnir. Se enfrentaba a gigantes de hielo y a todo tipo de fuerzas oscuras, que no son más que símbolos de las gélidas tormentas y los miedos y temores que inspira el invierno. Es lo que se llamaba la Cacería Salvaje. Durante estas cacerías, Odín iba acompañado, además de por el caballo que montaba, por numerosos elfos o duendes. Muchos niños dejaban en las chimeneas de sus hogares botas llenas de heno y zanahorias para alimentar al caballo Sleipnir, para ayudar en la lucha de la luz contra la oscuridad, y Odín como agradecimiento les dejaba regalos a cambio.
¿Entienden ahora por qué el famoso Papá Noel vuela por el cielo, entrega regalos y va conducido por ocho renos, que corresponden a las ocho patas del caballo Sleipnir?
Es curioso además, que la apariencia de Papá Noél o Santa Claus nada tiene que ver con la de Odín, excepto su larga barba blanca. Papá Noel es un hombre gordo, bonachón, con gafas, nada que ver con el delgado y tuerto Odín. Sin embargo, esta distorsión se debe a un poema de Clement Clarke Moore, un profesor universitario de Nueva York. Nueva York es una ciudad que había sido fundada por holandeses en el siglo XVII, llamándose al principio New Amsterdam. Los holandeses llevaron allí sus tradiciones, y una de ellas era la veneración a San Nicolás. Nicolás de Bari fue un obispo de la época del emperador romano Constantino, del cual se dice que procede Santa Claus. En efecto, este obispo recibe culto en muchos lugares, como un hombre que, según la tradición, regaló tres bolsas llenas de oro a un padre cuyas tres hijas iban a prostituirse debido a su pobreza. Sin embargo, las primeras representaciones de Santa Claus nada tienen que ver con este obispo, más bien se parecen a la descripción de Odín. Nada tienen que ver las características de Santa Claus con el obispo Nicolás de Bari, y sí coinciden en gran parte con las del dios nórdico.
SANTA CLAUS ORIGINAL:
SANTA CLAUS BASADO EN CLARKE MOORE Y EN COCA-COLA:
¿Cómo pudo llegar a representarse Odín como si fuera un obispo cristiano? Muy sencillo. Los cristianos se copiaban y se apoderaban de todas las tradiciones antiguas, cambiándolas simplemente de nombre o de apariencia, de forma que aquellos que aún no se habían convertido al cristianismo, veían en ello algo muy similar a sus propias tradiciones ancestrales. Era una estrategia de conversión. Un claro ejemplo de esto es el Árbol de Navidad.
Ya hemos visto de dónde procede tanto el árbol como los adornos y las luces que se le colocan (las bolas de colores del árbol son como las antiguas frutas o piñas que se ponían, o se siguen poniendo, en los días actuales), sin embargo, el árbol original no era un abeto. Esto viene a raíz de otro obispo, llamado Bonifacio, el cual se adentró en el siglo VIII en la región de Hesse, entre los pueblos germanos, con la finalidad de hacerles renegar de sus propias creencias y pasar a la secta cristiana. Cuando llegó allí, encontró que había mucha gente venerando un enorme árbol, en concreto un roble, que estaba dedicado al dios Thor, y que representaba el Árbol de la Vida (Yggdrasil). Los árboles eran profundamente venerados por nuestros antepasados, no solo germánicos, sino también íberos y celtas. Pues bien, este obispo llegó y ante los ojos atónitos de todos, ordenó cortar el árbol, y más tarde, en su lugar, plantó un abeto. Sencillamente, Bonifacio no sabía cómo convertir una fiesta europea en algo cristiano, y razonó que la forma triangular de la copa del abeto podía simbolizar la trinidad cristiana, y que además apunta hacia el cielo.
Lo mismo debió suceder con San Nicolás y Odín, sencillamente, los cristianos dieron al primero la forma y las características del segundo, cambiándole de nombre, de tal forma que muchas de las tradiciones de Yule pasaron a la Navidad. El nacimiento del Sol pasó a considerarse «el nacimiento de Jesús» cuando eso es algo que ni siquiera es un hecho histórico, en ningún lugar pone que Jesús naciera el 25 de diciembre, sino que fue algo establecido por un papa y el emperador Constantino. Pero eso es algo que trataremos a continuación.
LAS SATURNALES
Las Saturnales eran las fiestas que celebraban los antiguos romanos entre el 17 y el 24 de diciembre, de nuevo coincidiendo con el solsticio de invierno. En estas fechas, las labores agrícolas habían terminado, y era un período en el que se podía visitar a la familia libremente por ello. Este texto de Wikipedia da una idea de lo que sucedía:
Las Saturnales eran un festival en honor a Saturno que se celebraba del 17 al 24 de diciembre (antecedente de los actuales carnavales). Fue creado por Jano, el dios de dos cabezas, que había recogido a Saturno cuando fue derrocado por su hijo Júpiter, con el objeto de conmemorar el reinado de Saturno, que fue la Edad de Oro.
Estas fiestas, cuya institución se remontaba a mucho tiempo antes de la fundación de Roma, consistían principalmente en representar la igualdad que reinaba originalmente entre los hombres. Comenzaban el 24 de diciembre de cada año. Originalmente sólo duraban un día, pero el emperador Augusto pidió que se celebraran durante tres días, a los cuales más tarde Calígula añadió un cuarto. Durante estas fiestas, se suspendía el poder de los amos sobre sus esclavos, y estos tenían derecho a hablar y actuar con total libertad. No se respiraba más que placer y alegría: los tribunales y las escuelas cerraban, no estaba permitida la guerra ni la ejecución de criminales, ni ejercer otro arte más que el de la cocina, se enviaban regalos y se daban suntuosas comidas. Además, todos los habitantes de la ciudad dejaban de trabajar: la población acudía en masa al monte Aventino, para disfrutar del aire campestre. Los esclavos podían criticar los defectos de sus amos, jugar contra ellos y estos les servían en la mesa, sin importar los platos que se rompieran.
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Saturno_(mitolog%C3%ADa)
Pero eso no es todo. Durante esta misma semana los romanos tenían la fiesta dedicada al Sol Invictus, especialmente en los últimos tiempos del imperio. Esta fiesta era en honor al nacimiento de Apolo, un dios identificado con el Sol, por lo que también se le identifica con Helios (el dios que representa al Sol, al que podemos ver representado en estas imágenes, con su carro tirado por caballos).
De nuevo, encontramos una fiesta creada para celebrar el renacimiento del Sol, la fertilidad, la llegada de nuevas esperanzas, de nueva luz en nuestras vidas y en el mundo de nuestro alrededor. Y esto es realmente la Navidad.
Sin embargo, cuando el emperador Constantino impuso la secta cristiana en todo el imperio (tarea más tarde completada por Teodosio, como podéis leer aquí: LA DESAPARICIÓN DEL PAGANISMO EN EL IMPERIO ROMANO el papa Julio I, ante la enorme popularidad y prestigio de la fiesta del renacimiento del Sol (se le llamaba del Sol Invictus porque al volver a nacer se demostraba invencible) decidió fijar el nacimiento de Jesús de Nazareth el 25 de Diciembre, y de ese modo, se podía transformar la fiesta del Sol en la fiesta de Cristo, así de sencillo. Poco a poco, debido a estas manipulaciones, iríamos olvidando el saber de nuestros ancestros y pensando erróneamente que todo esto viene del cristianismo.
Y dicho esto, solamente me queda desearos algo para estos días: