LA DEGRADACIÓN CULTURAL.

Hoy vengo a hablar un poco más en profundidad de uno de los fenómenos más notorios de la globalización y sin embargo uno de los menos comentados, como si no pudiera criticarse. Me refiero a la evidente intención de ir degradando la cultura en todos sus ámbitos, década tras década. La cultura en si misma no puede degradarse, es inmortal, como lo es la música del barroco o las novelas de Julio Verne: siempre están ahí para quien quiera disfrutarlas, nadie las ha censurado ni eliminado. De lo que hablo es de lo que podemos llamar la cultura de masas, aquella que triunfa, que la gente sigue a diario y de manera compulsiva, la que forma parte del día a día de la calle, la que impregna nuestros sentidos sin que podamos evitarla ya que está por todas partes. Vamos a destacar solo unos pocos casos, pero me encantaría que hiciérais vuestros aportes en los comentarios ya que considero que este tema puede generar amplísimo e interesante contenido.

LA MÚSICA.

Hoy en día las canciones con un contenido importante o fuertemente imaginativo han quedado como algo anticuado. Todas deben hacer referencia al sexo y atacar por así decirlo a las partes más simiescas y primitivas de nuestro encéfalo. No hay placer con la complejidad, lo hay solo con estímulos sexuales y ritmos desenfrenados, pues los lentos no pueden ya disfrutarse. Ni siquiera la sensualidad y el atractivo se promocionan ya, pues van quedando obsoletos ante la sugestión y la exposición totalmente sexual, obviando cualquier otro aspecto o posible idea constructiva de las personas, ya sean hombres o mujeres (conceptos aparentemente tradicionales que también están siendo puestos constantemente en duda). La música puede ser tan variada como uno quiera recordar, y eso es una característica que contrasta con el mundo de hoy. Si no se deja a los artistas expresar más que 4 mensajes prefabricados, la diversidad se perderá hasta desaparecer del todo. ¡Viva el progreso, viva la música moderna y la libertad del siglo XXI! Basta con analizar unas cuantas canciones de aquel entonces y compararlas con las actuales. Esto era una canción fuertemente difundida en la década de los 90:

Esta es otra del 2000:

Pasemos a ver lo que más se escucha actualmente:

Incluso esta última canción de Daddy Yankee resulta demasiado «noble» ante otra aún más actual:

LA ESCULTURA:

En la escultura se nota quizás aún más que en la música la pérdida total del componente autóctono. Lo que se representa deja por completo de reivindicar una cultura, un pueblo, una historia. Deja incluso de tener un significado o una forma definidas, dejando supuestamente a la imaginación del que (para su desgracia) contempla la deforme pero modernísima figura la faena de encontrar un significado. A lo ancho de la ciudad de Valencia (España) podemos ver esculturas como estas:

ALAMEDA

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La primera es parte de una fuente situada en una importante avenida que es de un estilo que podemos reconocer como propio de nuestra cultura, mientras que la segunda es una escultura del Cid, representa un hecho histórico de nuestro pueblo. Pero todo esto son los escasos «restos» conservados de un arte que podamos considerar como tal y con el que identificarnos en algún sentido. Frente a esto podemos encontrar semejantes abominaciones, que van invadiendo el espacio como un tumor. Esta en concreto es obra de un tal Juan Ripollés, pero no creáis que es un caso puntual, ya que objetos amorfos semejantes adornan muchas rotondas de la ciudad, haciendo inevitable el cruzar la mirada con ellas, y sé que esto también sucede en Castellón de la Plana (imagino que en muchas de vuestras ciudades es lo mismo, lamentablemente la globalización no excluye a nadie).

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LA CONVIVENCIA:

La cultura no solo es algo fijo y permanente, como una obra de arte, destinado a durar en el tiempo, también está constituida por las relaciones entre los seres humanos y la riqueza que es capaz de surgir de ellas en forma de nuevas ideas, diálogos interesantes, experiencias directas. Es algo que la globalización se encarga de eliminar al máximo posible con sus ingeniosas herramientas: las llamadas «redes sociales». En realidad son redes, en efecto, hechas para atrapar a los seres humanos en los límites de la sociedad. El mutuo conocimiento de unos hacia otros, de las personas que viven cerca y que podrían tener una interacción frecuente y ser una fuente de ayuda mutua, trata de impedirse mediante el miedo y la desconfianza que los medios de masas (televisión, telediarios, prensa, radio) difunden cada día. Os animo a haceros una pregunta. ¿Cuántas sonrisas, cuántos gestos directos de apoyo hacia el otro, cuántos llantos y expresión de emociones verdaderas están anulando de este mundo los emoticonos?

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SOBRE LA PSICOLOGÍA DEL NEGADOR DE CONSPIRACIONES.

Traducido por el equipo de SOTT en español.

FUENTES:

https://es.sott.net/article/77085-Sobre-la-psicologia-del-negador-de-conspiraciones

https://reportingforbeauty.substack.com/p/on-the-psychology-of-the-conspiracy-7ff

¿Por qué la gente, por lo demás perfectamente inteligente, reflexiva y de mente racional, se resiste a la sugerencia de que los sociópatas están conspirando para manipularlos y engañarlos? ¿Y por qué defienden con tanta vehemencia esta posición infundada?

La historia es un extenso catálogo de maquinaciones de mentirosos, de ladrones, matones y narcisistas y sus efectos devastadores. También en los tiempos modernos abundan las pruebas de corrupción y los engaños más extraordinarios.

Sabemos, sin lugar a dudas, que los políticos mienten y ocultan sus conexiones y que las empresas muestran habitualmente un desprecio absoluto por las normas morales, que la corrupción nos rodea.

Sabemos que las puertas giratorias entre las esferas empresarial y política, los lobbying system (personas o grupos cuyo negocio es tratar de influir en la legislación, la reglamentación u otras decisiones gubernamentales,etc.), los reguladores corruptos, los medios de comunicación y el poder judicial hacen que las infracciones prácticamente nunca leguen a una mínima expresión de verdadera justicia.

Sabemos que la prensa hace ruido sobre estos asuntos de vez en cuando, pero nunca los persigue con verdadero vigor.

Sabemos que en los servicios de inteligencia y en las fuerzas del orden es habitual que se cometan fechorías a una escala impresionante y que, de nuevo, nunca se hace justicia.

Sabemos que los gobiernos ignoran o pisotean repetidamente los derechos del pueblo, y abusan y maltratan activamente al pueblo. Nada de esto es controvertido.

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Entonces, ¿qué es exactamente lo que los negadores de la conspiración se niegan a reconocer con tanto fervor, rectitud y condescendencia? ¿Por qué, en contra de todas las evidencias, defienden con sarcasmo y desprecio la desmoronada ilusión de que «los grandes y buenos» están ahí arriba, en alguna parte, lo tienen todo controlado, sólo tienen en cuenta nuestros mejores intereses, y son escrupulosos, sabios y sinceros? ¿Que la prensa está al servicio del pueblo y de la verdad, y no de los sinvergüenzas? ¿Que la injusticia tras la injusticia es resultado de errores y descuidos, y nunca de esa temible palabra: conspiración?

¿Qué persona razonable seguiría habitando un mundo tan fantástico?

El punto de desacuerdo aquí es sólo en la cuestión de la escala. Alguien que sienta verdadera curiosidad por los planes de los sociópatas poderosos no limitará el alcance de su curiosidad a, por ejemplo, una corporación o una nación. ¿Por qué lo haría? Esa persona asume que los mismos patrones que se muestran a nivel local probablemente se encuentren en toda la cadena alimentaria del poder. Pero el negador de la conspiración insiste en que esto es absurdo.

¿Por qué?

Es dolorosamente obvio que las estructuras sociales y legales piramidales que la humanidad ha permitido desarrollar sean exactamente el tipo de jerarquías de dominación que sin duda favorecen al sociópata. Un ser humano que opere con una mentalidad cooperativa normal y saludable tiene poca inclinación a participar en el combate necesario para escalar una escalera corporativa o política.

Entonces, ¿qué imaginan los negacionistas de la conspiración que hacen todo el día los 70 millones o más de sociópatas que hay en el mundo, nacidos dentro de un «juego», en el que toda la riqueza y el poder están en la cima de la pirámide, mientras que los atributos más eficaces para «ganar» son la crueldad y la amoralidad? ¿Ellos nunca han jugado al Monopoly?

Los sociópatas no eligen su visión del mundo conscientemente, y simplemente son incapaces de comprender por qué la gente normal se pondría en una desventaja tan increíble al limitarse con la conciencia y la empatía, que están tan fuera de la comprensión del sociópata como lo está un mundo sin ellas para el ser humano.

Todo lo que necesitan los sociópatas para ganar en el juego es mentir públicamente mientras conspiran en privado. ¿Qué puede ser más sencillo? En 2021, seguir imaginando que el mundo que habitamos no se rige en gran medida por esta dinámica equivale a una ingenuidad temeraria que roza la locura. ¿Dónde se origina un impulso tan inadvertidamente destructivo?

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El bebé deposita una confianza innata en las personas con las que se encuentra, una confianza que, en su mayor parte, está esencialmente justificada. El niño no podría sobrevivir de otro modo.

En una sociedad sana y saludable, este profundo instinto evolucionaría a medida que la psique se desarrollara. Conforme la autoconciencia, las capacidades cognitivas y de razonamiento y el escepticismo evolucionasen en el individuo, este impulso innato de confianza seguiría entendiéndose como una necesidad central de la psique. Existirían sistemas de creencias compartidos para evolucionar y desarrollar conscientemente este impulso infantil con el fin de colocar esta fe en algún lugar de forma consciente: en valores y creencias de significado y valor duraderos para la sociedad, el individuo o, idealmente, ambos.

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La reverencia y el respeto a la tradición, las fuerzas naturales, los ancestros, la razón, la verdad, la belleza, la libertad, al valor innato de la vida o al espíritu iniciador de todas las cosas, podrían considerarse lugares de descanso válidos en los que depositar conscientemente nuestra confianza y nuestra fe, al igual que los derivados de sistemas de creencias más formalizados.

Independientemente del camino que se tome para evolucionar y desarrollar una fe personal, lo relevante aquí es llevar la propia conciencia y cognición a este impulso innato. Creo que se trata de una profunda responsabilidad -desarrollar y cultivar una fe madura- de la que muchos, comprensiblemente, no son conscientes.

¿Qué ocurre cuando hay una necesidad infantil en nuestro interior que nunca ha evolucionado más allá de su función original de supervivencia de confiar en aquellos de nuestro entorno que son, simplemente, los más poderosos; los más presentes y activos? ¿Cuando nunca hemos explorado de verdad nuestra propia psique y nos hemos interrogado profundamente sobre lo que realmente creemos y por qué? ¿Cuando nuestra motivación para confiar en algo o en alguien no se cuestiona? ¿Cuando la filosofía se deja en manos de los filósofos?

Sugiero que la respuesta es sencilla, y que la evidencia de este fenómeno y de los estragos que está causando está a nuestro alrededor: el impulso innato de confiar en la madre nunca evoluciona, no se encuentra nunca y se compromete con su contrapeso de la razón (o la fe madura), y permanece siempre en su configuración infantil «por defecto».

Aunque la psique inmadura ya no depende de los padres para su bienestar, el poderoso y motivador principio básico que he descrito sigue intacto: sin cuestionar, sin considerar y sin desarrollar. Y, en un mundo en el que la estabilidad y la seguridad son recuerdos lejanos, estos instintos de supervivencia, en lugar de estar bien afinados, considerados, relevantes, con criterio y actualizados, siguen siendo, literalmente, los de un bebé. La confianza se deposita en la fuerza más grande, más ruidosa, más presente e innegable que existe, porque el instinto decreta que la supervivencia depende de ella.

Y, en esta gran «guardería mundial», la fuerza más omnipresente es la red de instituciones que proyectan sistemáticamente una imagen inmerecida de poder, calma, experiencia, preocupación y estabilidad.

En mi opinión, así es como los negacionistas de la conspiración son capaces de aferrarse y defender agresivamente la fantasía totalmente ilógica de que de alguna manera -por encima de cierto nivel indefinido de la jerarquía social- la corrupción, el engaño, la malevolencia y el narcisismo se evaporan misteriosamente. Que, en contra de la máxima, cuanto más poder tenga una persona, más integridad exhibirá inevitablemente. Estas pobres almas ilusas creen esencialmente que allí donde la experiencia personal y los conocimientos previos no pueden llenar los vacíos de su visión del mundo -en resumen, donde hay una puerta enrejada-, mamá y papá están detrás de ella, resolviendo la mejor manera de garantizar que su pequeño y precioso esté cómodo, feliz y seguro para siempre.

Este es el núcleo, la ilusión reconfortante en la raíz de la mentalidad de los negadores de la conspiración, la decrépita base sobre la que construyen un imponente castillo de justificación desde el que se burlan pomposamente de los que ven lo contrario.

Esto explica por qué el negacionista de la conspiración atacará cualquier sugerencia de que el arquetipo cuidador ya no está presente – que los sociópatas están detrás de la puerta enrejada, que nos tienen a todos en total desprecio o nos ignoran por completo. El negacionista de la conspiración atacará cualquier sugerencia de este tipo con tanta saña como si su supervivencia dependiera de ello, lo cual, en cierto modo, dentro de la composición de su psique inconsciente y precaria, es así.

Su sentido de bienestar, de seguridad, de comodidad, incluso de un futuro cualquiera, está completamente (y completamente inconscientemente) invertido en esta fantasía. El niño nunca ha madurado y, como no es consciente de ello, más que como un profundo apego a su seguridad personal, atacará ferozmente cualquier amenaza a este aspecto inconsciente y central de su visión del mundo.

El estribillo tediosamente común de los negadores de la conspiración es: «no puede haber una conspiración así de grande».

La simple réplica a un autoproclamado experto en conspiraciones es obvia: ¿cómo de grande?

Las mayores corporaciones «médicas» del mundo pueden pasar décadas tratando la resolución de casos judiciales como meros gastos comerciales, por delitos que van desde la supresión de eventos de pruebas adversas hasta múltiples asesinatos resultantes de pruebas no declaradas, pasando por colosales delitos medioambientales.

Los gobiernos realizan los más viles e impensables «experimentos» (crímenes) con su propio pueblo sin consecuencias.

Los políticos nos mienten habitualmente a la cara, sin consecuencias.

Y así sucesivamente. ¿En qué momento, exactamente, una conspiración se convierte en algo tan grande que «ellos» no pueden salirse con la suya, y por qué? Sugiero que es en este punto en el que la capacidad cognitiva del negador de la conspiración flaquea, y su instinto inconsciente de supervivencia entra en acción. El punto en el que el intelecto se ve abrumado por el alcance de los acontecimientos y el instinto es volver a instalarse en la familiar y reconfortante fe conocida y cultivada desde el primer momento en que los labios de uno encontraron el pezón. La fe en que otro se ocupa de ello, en que allí donde el mundo se vuelve desconocido para nosotros, existe una autoridad humana poderosa y benévola en la que sólo tenemos que depositar nuestra fe incondicionalmente para garantizar la seguridad emocional eterna.

Esta peligrosa falsa ilusión puede ser el factor central que ponga la seguridad física y el futuro de la humanidad en manos de los sociópatas.

A todos los que tienen la costumbre de tachar a las personas que cuestionan, investigan y son escépticas como personas que llevan el sombrero de papel de aluminio, paranoicos y partidarios de Trump que niegan la ciencia, la pregunta es: ¿en qué crees tú? ¿Dónde has puesto tu fe y por qué? ¿Cómo es que mientras nadie confía en los gobiernos, ustedes parecen confiar en las incipientes organizaciones de Gobernanza mundial sin cuestionarlas? ¿Cómo es esto racional?

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Si confía en estas organizaciones, considere que en la era global moderna, estas organizaciones, por muy bien presentadas que estén, son simplemente manifestaciones más grandes de las versiones locales en las que sabemos que no podemos confiar. No son nuestros padres y no demuestran ninguna lealtad a los valores humanos. No hay ninguna razón para confiar en ninguna de ellas.

Si no has desarrollado conscientemente una fe o te has cuestionado por qué crees como lo haces con cierta profundidad, esta postura puede parecer misántropa, pero en realidad, es todo lo contrario. Estas organizaciones se han ganado tu confianza con nada más que dinero de relaciones públicas y mentiras brillantes. El verdadero poder sigue estando, como siempre, en el pueblo.

Hay una razón por la que los budistas recomiendan encarecidamente depositar la fe en el Dharma, o la ley natural de la vida, en lugar de en las personas, y por la que es común en otros sistemas de creencias la adopción de medidas similares.

El poder corrompe. Y, en el mundo actual, la confianza errónea e infundada bien podría ser una de las mayores fuentes de poder que existen.

Existen conspiraciones criminales masivas. Las pruebas son abrumadoras. Se desconoce el alcance de las que están actualmente en marcha, pero no hay razón para imaginar, en la nueva era global, que la búsqueda sociopática del poder o la posesión de los recursos necesarios para avanzar hacia él esté disminuyendo. Desde luego, no mientras los guardianes, los «idiotas útiles» y los negacionistas de las conspiraciones se burlen de la disidencia y la censuren hasta hacerla callar, ya que, de hecho, ellos están en connivencia directa con la agenda sociopática a través de su implacable ataque a los que quieren arrojar luz sobre las fechorías.

Es responsabilidad urgente de todo ser humano desenmascarar las agendas sociopáticas dondequiera que existan, y nunca para atacar a los que buscan hacerlo.

Ahora, más que nunca, es el momento de dejar de lado las chiquilladas y los impulsos infantiles, y levantarnos como adultos para proteger el futuro de los niños actuales que no tienen más remedio que confiarnos sus vidas.

Este ensayo se ha centrado en lo que yo considero el motor psicológico más profundo de la negación de la conspiración.

Sin duda hay otros, como el deseo de ser aceptado; la evasión del conocimiento y el compromiso con la sombra interna y externa; la conservación de una imagen positiva y justa de sí mismo: una versión generalizada del fenómeno del «mono volador», en el que una clase interesada y viciosa se protege a sí misma agrupándose en torno al acosador; la sutil adopción inconsciente de la visión sociopática del mundo (por ejemplo, «la humanidad es un virus»); la adicción a la indignación/complejo de superioridad/juegos de estatus; un intelecto atrofiado o poco ambicioso que encuentra validación a través del mantenimiento del statu quo; el mecanismo disociativo de protección que consiste en imaginar que los crímenes y horrores cometidos repetidamente durante nuestra vida no están ocurriendo ahora, no están «aquí»; y la pereza y la cobardía a la antigua.

Mi sugerencia es que, en cierta medida, todos ellos se basan en la base de la causa principal que he esbozado aquí.

¿QUÉ ES REALMENTE LA NAVIDAD?

El mundo entero (salvo quizás, los cristianos protestantes, que decidieron no hacerlo) está a punto de celebrar la fiesta de la Navidad. Muy pocos, en cambio, saben lo que realmente es esta fiesta, y lo que están celebrando, ¡tan alejados vivimos de la Naturaleza y del legado de nuestros antepasados! Con este artículo, descubriréis el hermoso y profundo significado de estos días, una fiesta tan importante que no ha podido ser eliminada con el paso de los siglos.

Probablemente usted solo haya escuchado hablar de la Navidad como algo relacionado con el nacimiento de Jesús, un profeta judío de hace unos 2.000 años. Sin embargo, la Navidad es algo mucho más ancestral, relevante y universal que eso, es algo que nos atañe a todos. Para ello solo tenemos que pensar qué sucede cada vez que llega el día 25 de diciembre. Lo que sucede es, ni más ni menos, que el solsticio de invierno, es decir, la noche más larga de todo el año, y el día más corto, siempre y cuando estemos en el hemisferio norte, por supuesto. En realidad, el solsticio de invierno a nivel astronómico sucede el 21 de diciembre, que es cuando la Tierra está más alejada del Sol y al mismo tiempo más inclinada, de tal manera que los rayos del Sol nos llegan con menor intensidad. Sin embargo, a nuestros ojos, desde la superficie de la Tierra, el Sol parece quedarse estático durante dos días, y es el día 25 de diciembre cuando parece que, efectivamente, vuelve a iluminar y a durar más durante el día. El frío, la oscuridad, la incertidumbre, identifican al solsticio, pero el día 25 es el día en que el Sol vuelve a la vida, en que la luz vence a la oscuridad.

Pero los pueblos antiguos no se quedaban asustados y quietos ante esta situación astronómica y climática que tanto les afectaba. Los antiguos nórdicos y los pueblos germánicos celebraban el Yule, y los romanos celebraban las Saturnales, justo en estos días. Vamos a ver en qué consistían estas fiestas.

EL YULE.

El Yule se celebraba por los germanos y los escandinavos o vikingos entre los días 21 de Diciembre (el solsticio de invierno) y el 1 de enero, es decir que duraba 12 días. En oposición a los peligros, la dureza, la escasez del crudo invierno, estos días estaban destinados a reunirse con la familia y los amigos, estrechar los lazos humanos, y a ser hospitalarios con los demás. Era muy común la costumbre de hacer regalos, entre otros, a los niños. Todos solían preparar buenas comidas, y se decoraban los árboles con velas y frutas o piñas de coníferas, las primeras para ayudar al débil Sol a cobrar nuevas fuerzas, y las segundas, para representar el deseo de abundancia y buenas cosechas en el nuevo año, y para celebrar el regreso de la vegetación. Era común también encender fuegos, quemando algún tronco o rama de roble, o bien de tejo, árbol que representa la muerte del nuevo año. Como podéis imaginar, es de aquí que viene la costumbre de encender luces en Navidad, de poner un árbol e iluminarlo, de encender fuegos, de hacer regalos o de reunirnos con las familias.

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No obstante, Yule era una fiesta dedicada muy especialmente a Odín, o Wotan, el principal dios de los pueblos germánicos y escandinavos. Odín, en su búsqueda de conocimiento (era un dios permanentemente interesado en la sabiduría, hasta el punto en que cambió uno de sus ojos por una sabiduría más profunda) recorría los cielos montado en un caballo con ocho patas llamado Sleipnir. Se enfrentaba a gigantes de hielo y a todo tipo de fuerzas oscuras, que no son más que símbolos de las gélidas tormentas y los miedos y temores que inspira el invierno. Es lo que se llamaba la Cacería Salvaje. Durante estas cacerías, Odín iba acompañado, además de por el caballo que montaba, por numerosos elfos o duendes. Muchos niños dejaban en las chimeneas de sus hogares botas llenas de heno y zanahorias para alimentar al caballo Sleipnir, para ayudar en la lucha de la luz contra la oscuridad, y Odín como agradecimiento les dejaba regalos a cambio.

¿Entienden ahora por qué el famoso Papá Noel vuela por el cielo, entrega regalos y va conducido por ocho renos, que corresponden a las ocho patas del caballo Sleipnir?

Es curioso además, que la apariencia de Papá Noél o Santa Claus nada tiene que ver con la de Odín, excepto su larga barba blanca. Papá Noel es un hombre gordo, bonachón, con gafas, nada que ver con el delgado y tuerto Odín. Sin embargo, esta distorsión se debe a un poema de Clement Clarke Moore, un profesor universitario de Nueva York. Nueva York es una ciudad que había sido fundada por holandeses en el siglo XVII, llamándose al principio New Amsterdam. Los holandeses llevaron allí sus tradiciones, y una de ellas era la veneración a San Nicolás. Nicolás de Bari  fue un obispo de la época del emperador romano Constantino, del cual se dice que procede Santa Claus. En efecto, este obispo recibe culto en muchos lugares, como un hombre que, según la tradición, regaló tres bolsas llenas de oro a un padre cuyas tres hijas iban a prostituirse debido a su pobreza. Sin embargo, las primeras representaciones de Santa Claus nada tienen que ver con este obispo, más bien se parecen a la descripción de Odín. Nada tienen que ver las características de Santa Claus con el obispo Nicolás de Bari, y sí coinciden en gran parte con las del dios nórdico.

SANTA CLAUS ORIGINAL:

SANTA CLAUS BASADO EN CLARKE MOORE Y EN COCA-COLA:

¿Cómo pudo llegar a representarse Odín como si fuera un obispo cristiano? Muy sencillo. Los cristianos se copiaban y se apoderaban de todas las tradiciones antiguas, cambiándolas simplemente de nombre o de apariencia, de forma que aquellos que aún no se habían convertido al cristianismo, veían en ello algo muy similar a sus propias tradiciones ancestrales. Era una estrategia de conversión. Un claro ejemplo de esto es el Árbol de Navidad.

Ya hemos visto de dónde procede tanto el árbol como los adornos y las luces que se le colocan (las bolas de colores del árbol son como las antiguas frutas o piñas que se ponían, o se siguen poniendo, en los días actuales), sin embargo, el árbol original no era un abeto. Esto viene a raíz de otro obispo, llamado Bonifacio, el cual se adentró en el siglo VIII en la región de Hesse, entre los pueblos germanos, con la finalidad de hacerles renegar de sus propias creencias y pasar a la secta cristiana. Cuando llegó allí, encontró que había mucha gente venerando un enorme árbol, en concreto un roble, que estaba dedicado al dios Thor, y que representaba el Árbol de la Vida (Yggdrasil). Los árboles eran profundamente venerados por nuestros antepasados, no solo germánicos, sino también íberos y celtas. Pues bien, este obispo llegó y ante los ojos atónitos de todos, ordenó cortar el árbol, y más tarde, en su lugar, plantó un abeto. Sencillamente, Bonifacio no sabía cómo convertir una fiesta europea en algo cristiano, y razonó que la forma triangular de la copa del abeto podía simbolizar la trinidad cristiana, y que además apunta hacia el cielo.

Lo mismo debió suceder con San Nicolás y Odín, sencillamente, los cristianos dieron al primero la forma y las características del segundo, cambiándole de nombre, de tal forma que muchas de las tradiciones de Yule pasaron a la Navidad. El nacimiento del Sol pasó a considerarse «el nacimiento de Jesús» cuando eso es algo que ni siquiera es un hecho histórico, en ningún lugar pone que Jesús naciera el 25 de diciembre, sino que fue algo establecido por un papa y el emperador Constantino. Pero eso es algo que trataremos a continuación.

LAS SATURNALES

Las Saturnales eran las fiestas que celebraban los antiguos romanos entre el 17 y el 24 de diciembre, de nuevo coincidiendo con el solsticio de invierno. En estas fechas, las labores agrícolas habían terminado, y era un período en el que se podía visitar a la familia libremente por ello. Este texto de Wikipedia da una idea de lo que sucedía:

Las Saturnales eran un festival en honor a Saturno que se celebraba del 17 al 24 de diciembre (antecedente de los actuales carnavales). Fue creado por Jano, el dios de dos cabezas, que había recogido a Saturno cuando fue derrocado por su hijo Júpiter, con el objeto de conmemorar el reinado de Saturno, que fue la Edad de Oro.

Estas fiestas, cuya institución se remontaba a mucho tiempo antes de la fundación de Roma, consistían principalmente en representar la igualdad que reinaba originalmente entre los hombres. Comenzaban el 24 de diciembre de cada año. Originalmente sólo duraban un día, pero el emperador Augusto pidió que se celebraran durante tres días, a los cuales más tarde Calígula añadió un cuarto. Durante estas fiestas, se suspendía el poder de los amos sobre sus esclavos, y estos tenían derecho a hablar y actuar con total libertad. No se respiraba más que placer y alegría: los tribunales y las escuelas cerraban, no estaba permitida la guerra ni la ejecución de criminales, ni ejercer otro arte más que el de la cocina, se enviaban regalos y se daban suntuosas comidas. Además, todos los habitantes de la ciudad dejaban de trabajar: la población acudía en masa al monte Aventino, para disfrutar del aire campestre. Los esclavos podían criticar los defectos de sus amos, jugar contra ellos y estos les servían en la mesa, sin importar los platos que se rompieran.

Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Saturno_(mitolog%C3%ADa)

Pero eso no es todo. Durante esta misma semana los romanos tenían la fiesta dedicada al Sol Invictus, especialmente en los últimos tiempos del imperio. Esta fiesta era en honor al nacimiento de Apolo, un dios identificado con el Sol, por lo que también se le identifica con Helios (el dios que representa al Sol, al que podemos ver representado en estas imágenes, con su carro tirado por caballos).

De nuevo, encontramos una fiesta creada para celebrar el renacimiento del Sol, la fertilidad, la llegada de nuevas esperanzas, de nueva luz en nuestras vidas y en el mundo de nuestro alrededor. Y esto es realmente la Navidad.

Sin embargo, cuando el emperador Constantino impuso la secta cristiana en todo el imperio (tarea más tarde completada por Teodosio, como podéis leer aquí: LA DESAPARICIÓN DEL PAGANISMO EN EL IMPERIO ROMANO el papa Julio I, ante la enorme popularidad y prestigio de la fiesta del renacimiento del Sol (se le llamaba del Sol Invictus porque al volver a nacer se demostraba invencible) decidió fijar el nacimiento de Jesús de Nazareth el 25 de Diciembre, y de ese modo, se podía transformar la fiesta del Sol en la fiesta de Cristo, así de sencillo. Poco a poco, debido a estas manipulaciones, iríamos olvidando el saber de nuestros ancestros y pensando erróneamente que todo esto viene del cristianismo.

Y dicho esto, solamente me queda desearos algo para estos días:

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UNA REFLEXIÓN SOBRE LA HISPANIDAD.

Ayer fue día 12 de octubre, un día en el que se conmemora la llegada de los españoles por primera vez al continente americano, y en el que cada año se celebra no solo aquel acontecimiento, sino toda la cultura española. Como cada año, este día genera un debate entre la población que parece eterno a ambos lados del océano Atlántico. Una parte se siente orgullosa de ser español o de la influencia que los españoles tuvieron en América, mientras que otra parte condena esta celebración por ser el día en el que comenzó la conquista de gran parte de América por un pueblo ciertamente extranjero.

A mi modo de verlo, este aparente dilema se puede resolver fácilmente conociendo un poco la historia de España. Que a partir de 1492 comenzó una conquista de un continente es completamente cierto, como lo son sus consecuencias horribles. Se calcula que entre el 90 y el 95% de la población nativa de Sud y Centro-América fallecieron por enfermedades propias de Europa, como la viruela. Esto es algo que no fue intencionado, que no se pudo evitar, y que casi con seguridad no se pudo prever. Es algo similar a la peste negra que arrasó también con gran parte de la población europea. A continuación, es cierto que los españoles fueron con la idea de la conquista del territorio, y que acabaron imponiendo su cultura a aquellos pueblos, con especial énfasis en la inculcación del cristianismo. Todo esto son hechos que no se pueden dudar, y que para aquellos que condenan la idea de la hispanidad, suponen la opresión injusta de los pueblos nativos de América por los españoles. Otros, en cambio, ven el lado positivo de aquella conquista: no supuso un exterminio intencionado (como sí ocurrió en Estados Unidos con los indígenas) y aportó bellas ciudades, avances tecnológicos, etc. A mi modo de verlo, ambos tienen razón. Sin embargo, muchos quizás no vean la parcialidad del análisis histórico de aquellos que denostan la hispanidad.

En primer lugar, España también tuvo sus indígenas, que no eran otros que los celtas, los íberos y los celtíberos. Este mapa lo refleja bien, quizás tengáis que hacer clic para ampliar la imagen y leer correctamente los nombres.

Aquellos pueblos vivían en una independencia, en una libertad que ahora no podríamos ni imaginar. Pero entonces, llegaron unos militares armados hasta los dientes desde la península itálica, los romanos. Llegaron para luchar contra otra gran potencia, los cartagineses, pero ese fue el pistoletazo de salida de la conquista de la península ibérica. Aquellos pueblos resistieron todo lo que pudieron, ahí están las guerras cántabras, el sitio de Numancia, el pastor lusitano Viriato que tan difícil se lo puso a los italianos. Obviamente, no querían perder su modo de vida ni su cultura. Octavio Augusto ordenó ahorcarse a numerosos druidas que había en la parte celta de la península. No quedó más remedio que rendirse a lo inevitable. Los romanos lo controlaron todo, esclavizaron a los nativos que quedaron, y explotaron estas sagradas tierras para su beneficio económico. Os recomiendo encarecidamente que veáis este video donde se describen las guerras cántabras, y si no se os ponen los pelos de punta, es que ciertamente no os queda nada del espíritu de nuestros antepasados:

En el año 380, el emperador romano Teodosio condenaba cualquier «herejía» como ilegítima y durante su reinado los cultos divinos, las tradiciones, las costumbres y las creencias propias de Europa quedaban condenadas como algo criminal. Con el paso de las décadas, el llamado paganismo fue desapareciendo del imperio, dado que estaba prohibido practicarlo. Y así, una aniquilación cultural se cernió sobre Hispania, al igual que sobre todo el mundo del Mediterráneo. El cristianismo también nos fue impuesto a nosotros, algo que ya pocos recuerdan o quieren recordar.

Pero eso no fue todo para nosotros, pues más tarde el imperio romano de Occidente cayó y tribus germánicas invadieron sus diferentes regiones. Reino Unido fue ocupado por anglos, sajones y jutos. Las Galias fueron ocupadas finalmente por los francos, y Hispania lo fue por los visigodos. Aquellos visigodos se adaptaron bastante a la cultura que habían implantado los romanos.

No ocurrió lo mismo con nuestros siguientes conquistadores, los musulmanes. Partiendo desde Arabia, y siguiendo una religión absolutamente fanática, los musulmanes se fueron expandiendo. Arrasaron el imperio persa, y luego todo el norte de África, hasta que por fin entraron en Europa. Atacaron Europa por sus dos extremos. Intentaron conquistar la ciudad de Constantinopla, sin conseguirlo, siendo frenados afortunadamente por los bizantinos. A continuación, en el año 711, Tariq entró a través del estrecho de Gibraltar, y viendo la debilidad y las disensiones internas que había en ese momento entre los visigodos, arrollaron toda la península ibérica salvo su extremo norte, debido a las protectoras montañas de esa zona y a su bajo número en ese momento, y incluso atravesaron los Pirineos. Fueron los francos, en la famosa batalla de Poitiers, donde les plantaron cara y les vencieron. Los musulmanes se quedaron no obstante en Hispania, a la que cambiaron de nombre por Al-Andalus, y si bien hicieron aportes positivos, no hay duda de que impusieron su religión, y de que los habitantes nativos bajaron de rango o incluso en muchos casos fueron reducidos a la esclavitud. Las mujeres, que en el Islam son vistas como seres claramente inferiores y despreciables, no lo debieron pasar bien en aquellos tiempos.

Pero afortunadamente, los habitantes del norte de España resistieron y comenzaron a recuperar el país invadido. Fue un proceso que duró casi 800 años, desde el 711 hasta el 1492 (curiosamente, el mismo año que la llegada de los españoles a América, así que no solamente habría que celebrar ese viaje de las carabelas). Puede por tanto decirse que estuvimos invadidos por una potencia extranjera, por una religión ajena y fanática, durante casi ocho siglos, mucho más que los americanos.

Por lo tanto, todo esto nos debe hacer reflexionar. Si según algunos los indígenas americanos fueron víctimas de una conquista y de una imposición cultural, ¿en qué lugar nos deja eso a los españoles? ¿Qué es lo que debemos hacer al respecto? Tanto unos como otros ya nos hemos liberado de los imperios que nos conquistaron. Ahora es momento no de quejarse, sino de mirar al pasado, e intentar recuperar nuestras raíces perdidas o arrancadas. Y cuanto más atrás seamos capaces de mirar, más conectaremos con el espíritu auténtico de nuestra tierra.

¡FELIZ 2020 A TODOS!

Buenas a todos los que continuáis por esta web. Sé que en el 2020 algunas personas estarán hundidas en una amarga depresión o en algún tipo de conflicto, para otras será una etapa de prosperidad, en la que se sentirán plenos y alegres al despertarse cada día, y para otros serán etapas de grandes cambios, como creo que va a suceder en mi caso, en el que van a ocurrir muchos cambios a mejor. Sea cual sea el camino que estéis recorriendo, os deseo que aunque no seais del todo felices, creáis en vosotros mismos, porque esa es la clave de la superación. Lo que ha ocurrido en el pasado es importante, pero no nos debe impedir que controlemos nuestra vida, que podamos elegir dirigirla hacia donde nosotros queramos. Todo esfuerzo da frutos, es una ley de esta existencia, en este escenario tan increíble que es el Cosmos: el que siembra, obtendrá su cosecha, pero el que se queda esperando de los demás o del mismo paso del tiempo que las cosas ocurran, no obtendrá absolutamente nada.

Más centrado ya en la temática de este blog, os animo a que en 2020 adoptéis nuevas medidas para no contribuir (pues ir en contra no se puede) a esta globalización tiránica y destructiva en la que vivimos en este siglo XXI. Medidas tan simples como ahorrar todo el plástico que podáis, comprar productos locales del lugar en el que estéis (o al menos del mismo país), investigar cuáles son nuestras verdaderas raíces culturales y tratar de volver a ellas, vivir del modo más autosuficiente posible, cuidar el medio natural en todo momento… Todo ello son desafíos que os planteo desde aquí, y que yo mismo me he planteado cumplir de verdad este 2020, ya que hacerlo antes no me ha sido posible (no por falta de voluntad ni de ganas).

bosque

EL ORIGEN DEL DESEO EN LAS SOCIEDADES ACTUALES

El deseo es una necesidad bio/psico/emocional que no se pudo realizar en su determinado momento, y por ello con el tiempo se transforma, para poder manifestarse, en un deseo literal o simbólico. Los deseos de los seres humanos son necesidades no cubiertas generadas y condicionadas por el entorno en el que hemos nacido y crecido: la familia y las instituciones culturales, sociales y políticas, entidades controladas y manipuladas por organismos de poder (la banca y las grandes corporaciones mercantiles, los imperialismos religiosos, las élites y organizaciones de todo tipo que controlan a las masas tras el telón social…).

No obstante, la base primigenia no deja de ser nunca la misma, la privación biológica/psicológica/emocional más primaria que no fue revisada, o fue impedida en algún punto de la vida del individuo, habitualmente en la infancia, y también en la adolescencia, juventud y adultez, que más en adelante desarrolla sus respectivas consecuencias… En la situación del ser humano cuando no se ha salido de su centro, cuando convive en absoluta comunión con la naturaleza y sobrevive netamente de lo que el entorno natural le provee, no hay separación entre lo biológico, lo psicológico y lo emocional (lo cual no significa que cada cosa no tenga su debido lugar, sencillamente en una ubicación natural no están categorizados en compartimentos). Al salirnos de nuestro centro creando las sociedades actuales y abandonando experimentar lo corporal, mental y espiritual en el momento presente y con absoluta naturalidad, es por este hecho que se ha complicado tanto nuestra existencia, tanto como individuos, como familia, como comunidad y como sociedad. En la familia y en la sociedad, desde que nacemos, se establecen unas normas y unos tiempos burocráticos, políticos, sociales y culturales dictaminados de la misma forma castradora para todos, en modo fábrica de ciudadanos perfectos. Por lo tanto, tiene sentido que poco después del fenómeno de la industrialización naciera el fenómeno de la teoría psicoanalítica, ya que cuando al ser humano se le obliga a dejar a un lado sus necesidades primordiales por someterse obligatoriamente a la voluntad de otros, su psique para sobrevivir se ve obligada a esconder sus sentimientos en compartimentos estancos de la mente, que en adelante se expresan a través de deseos en formato capitalista, político, cultural, social y sexual.

La creencia de que el Estado es el maligno y el pueblo la víctima es falsa. Sí es cierto que existe un sometimiento evidente de la sociedad perpetrado por la banca, las grandes empresas, las diversas organizaciones y esferas de poder asociadas y representadas por las instituciones gubernamentales del Estado de cada país, pero no solamente las instituciones y los políticos son cómplices de esta gran trama a nivel mundial, también el pueblo es cómplice al no pararse a tomar consciencia de sus verdaderas necesidades esenciales individuales, y al contrario, dejándose conducir por sus propias pasiones, manejadas por la propaganda y la manipulación de las masas que ejecutan los superiores de la escala jerarquizada, y estos a su vez, dirigen a las sociedades promovidos por sus propios deseos. A continuación os preguntareis: ¿Cómo puede ser cómplice una sociedad subordinada si está manipulada y engañada por las Élites que la gobiernan?. La respuesta nos conduce al inicio de esta reflexión: ¿Cómo no pueden darse cuenta las personas de que los deseos que persiguen no les dan la felicidad, incluso cuando logran alcanzarlos?. Porque son solo el disfraz que intenta sustituir sin éxito las verdaderas necesidades emocionales de las personas. La gente, en el fondo de su ser, son conscientes de esto, pero sus egos malheridos persisten obsesivamente en sus carencias emocionales enmascaradas de ambición, codicia, ideales políticos, dogmas religiosos, parafilias sexuales, toxicidad, hostilidad, violencia, etc… Un ejemplo muy claro de intentos fallidos durante siglos por parte del Estado, las instituciones, diversas organizaciones políticas y la sociedad en conjunto, es la proyección del desahogo emocional de manera generalizada politizando con dogmas e ideologías todos y cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos. Constituyéndose diferentes grupos políticos, cada uno de ellos conformados por la semejanza y afinidad de los anhelos a llevar a cabo de las masas, con una serie de ideales encajonados dentro de un lote incuestionable de dogmas intocables, que generan enfrentamiento entre los extremos de los diversos movimientos políticos. Estamos experimentando como sociedad una época convulsa, fría, vacía e individualista. Quizás esta soledad latente en las sociedades de hoy en día no es casual, quizás lo que está ocurriendo es la representación de que nos hemos alejado de nuestras necesidades emocionales.

Autora: Amaya Rivas Aboitiz

La verdad absoluta no existe

Hay un error muy frecuente que cometen los psicoanalistas, gurús, terapeutas, religiosos, políticos de diferentes ideologías, líderes, los científicos, la gente corriente que se enfrenta entre sí defendiendo sus respectivas creencias… y que denota una gran ignorancia. Creen ciegamente que SU verdad ES la verdad absoluta. Nadie posee la verdad absoluta, ni siquiera las instituciones culturales, sociales, políticas y científicas. La realidad es demasiado compleja e inabarcable para pertenecerle a una sola verdad. Quien no comprende esto es porque todavía no ha aprendido a observar más allá de sus propias narices. La realidad esta compuesta por una multiplicidad de matices, por un conjunto de verdades que tienen su parte de certeza, y mucho más.

Autora: Amaya Rivas Aboitiz

Juzgar o no juzgar, esa es la cuestión

Se dice mucho que hay que sentir sin juzgar, eso suena muy bonito pero es imposible, ya que no podemos desprendernos del cerebro, los pensamientos son inherentes al ser humano. Lo que sí podemos hacer es comprender que los pensamientos juiciosos siempre son una representación emocional, aprender a reconocer de que tipo de emociones proceden, y a su vez detectar en qué experiencias vividas se generaron esas emociones, para hallar que relación simbólica hay entre experiencia-emoción-juicio, y así permitir al prejuicio fluir sin identificarnos con él. También hay otro tipo de prejuicios que son los que genera la pura ignorancia, la carencia de información y por ende una falta de comprensión muy dañina respecto a lo que se juzga. Lo que diferencia a una persona sabia de una persona necia, es que la primera es conocedora del origen emocional y la ignorancia que preceden a los prejuicios que transitan por su cabeza sin identificarse con ellos, y la segunda no es conocedora de sus propias emociones ni de su propia ignorancia, y escupe con total inconsciencia todos los prejuicios que pasan por su cabeza identificándose con ellos.

Autora: Amaya Rivas Aboitiz

LA PSICOLOGÍA DE LAS MASAS.

Muchas veces en esta página web he comentado lo frío, hostil y crudo que es el entorno que nos rodea. Pero quizás nunca he dedicado un artículo exclusivo a detallar el por qué esto es así, el motivo que lo explica. Va a sonar duro y soy consciente de esto, incluso puedo llevarme muchas críticas por afirmar algo así, pero es lo que puedo observar y no por ello voy a callármelo. Son muchas las personas valiosas, bondadosas, nobles e inteligentes que hay en este mundo, seguramente todos hemos podido conocer a más de una, cuando no somos ya una de ellas. Sin embargo, no es esto lo que impera o predomina en la sociedad, sino todo lo contrario. Y lo que es un fenómeno colectivo, no deja de ser también algo individual, pues todo lo colectivo parte de los seres humanos que participan de ello. Es indudable ya que vivimos en una tiranía, pero paradójicamente, no es la que ejercen las élites mundiales, los políticos o ni siquiera la banca la peor de todas, sino la que ejerce el pueblo, es decir, las masas, con su comportamiento, su actitud, su psicología, su resentimiento y su odio.

masas

Esa tiranía de las masas, que ya venía claramente anunciada por Ortega y Gasset en su libro ‘La rebelión de las masas’ por ejemplo, significa el imperio de la mediocridad contra lo que destaca, de la estupidez contra la inteligencia, de lo emocional (fundamentalmente sentimientos negativos y destructivos) contra lo lógico, de la envidia, del rencor, contra aquellos que se salen de la media, que brillan más que otros en cualquier sentido, y que por lo tanto, son un reflejo de la realidad, al emitir su propia luz, su talento, su sano criterio, sobre la realidad oscura, lúgubre y taciturna que las masas imponen.

En realidad, se trata de un miedo ancestral, muy antiguo, a quedar por debajo, fruto además de un bajo concepto de uno mismo. Pensad una cosa: aquellos que no toleran ni respetan la discrepancia, la crítica, la opinión distinta de la suya, ¿no será por miedo a que se demuestren sus errores, sus equivocaciones? En lugar de aprender de aquellos que les pueden hacer ver algo nuevo, o aprovechar la ocasión para desarrollarse y evolucionar, se estancan, se encierran en su burbuja egoísta, en la que se sienten refugiados, porque dentro de esa burbuja ilusoria ellos tienen toda la verdad, son los mejores, y nunca se equivocan. Ojo con quien intente pinchar esa burbuja, que le caerá encima la del pulpo.

perro furioso

Y lo que todos hemos vivido con ciertas personas, es ni más ni menos lo que vivimos todos en la sociedad, queramos verlo o no. No se trata simplemente de que predominen ciertas opiniones o puntos de vista que son casi incuestionables, a los que se conoce como dogmas, sino que la sociedad en su conjunto es un pistón que comprime y aplasta toda creatividad, talento o inteligencia humanas. A nivel cultural, los valores más valiosos de la humanidad, lo que simboliza lo más profundo (el respeto a la Naturaleza, la identificación con nuestra cultura original, etc) queda completamente subyugado a una mecánica de consumo y de gastar dinero, en la que todo es material y superficial. Lo mismo sucede con la mente: las personas que van más allá de la media, que cuestionan, que critican lo que no les parece bien, serán ‘puestas en su lugar’ por el rodillo implacable de lo mediocre, de lo habitual y de lo rutinario.

Ser moldeados por este tipo de trucos psicológicos, de miedo a no seguir a la masa o a lo habitual, de agresividad o indiferencia hacia todo el que se destaca, es el resultado que esa tiranía ejerce en millones y millones de personas que son, en realidad, únicas, maravillosas, potencialmente increíbles, pero que no lo manifiestan en el día a día, ni se atreven a llegar lejos debido a la opresiva situación en la que viven inmersos. Se adaptan, caen dentro del molde, y el mundo pierde con ello lo más valioso que podrían ofrecer en esta vida.

A muchos os atacarán, os denigrarán, os dejarán solos, pasarán de vosotros, tratarán de dejaros en mal lugar, no os elevarán a los puestos sociales que os mereceríais, pero tenéis que saber que nada de eso importa. Existen fuerzas más poderosas que las sociales o la presión de las masas. Mira dentro de ti para descubrir todas esas fuerzas, las que la Naturaleza te proporciona. Llevas a los dioses dentro de ti: ¡no tengas miedo! Vive conforme a tus principios, a tus ideas, a tus valores, no te dejes llevar por los demás, escoge tu camino. Y rodéate de otras personas que no intenten manipularte, que no sean perjudiciales para ti. Intenta, junto a ellas, escapar de esta tiranía insoportable. Y conseguirás mucho más que mendigando relaciones sociales o puestos elevados.

‘Los mortales que nada saben, que andan errantes, con dos cabezas, pues la incapacidad que anida en sus pechos dirige su mente extraviada. Se ven arrastrados, sordos y ciegos, estupefactos, como horda sin criterio, a quienes les da lo mismo el ser que el no ser.’

Parménides de Elea.

VALORES QUE TRANSMITE EL MUNDO DE TOLKIEN.

Supongo que prácticamente todo el mundo conoce el mundo de Tolkien, en particular por las famosas películas de El Señor de los Anillos (ESDLA) y el Hobbit. Quizá para muchos se trate de una simple novela de ficción, sin embargo, mediante esa ficción Tolkien pretendió reflejar una serie de valores, ideas y conceptos muy profundos, de los que es difícil darse cuenta en un primer momento. Me propongo compartir con vosotros los mensajes en clave por así decirlo que yo he podido detectar en estas novelas, ya que tuve la suerte de leerlas un tiempo antes de que surgiera la primera película en 2001, y por ello me forjé una visión del asunto no contaminada por así decirlo por el cine, pese a que reconozco que las películas son muy buenas.

Una de las lecciones más fáciles de sacar es la siguiente: el poder corrompe. El ansia de poder, de dominio, nos acaba degradando y convirtiendo nuestra vida en algo perjudicial para nosotros mismos y para los demás. Eso es lo que representa el famoso anillo, ni más ni menos. El valor positivo que se enfrenta a este ansia de poder es el hecho de valorar el simple hecho de vivir bien, con tranquilidad, en equilibrio y armonía con lo que nos rodea, sin mayores pretensiones. No quiere esto decir conformismo, sino más bien apreciar las cosas sencillas, la tranquilidad, como el estado óptimo de vida. Está demostrado que una vida sin estrés, sana y feliz, con relaciones humanas positivas, con proyectos interesantes, favorece la longevidad.

Un valor completamente vinculado a lo anterior es el de tener un profundo respeto a la Naturaleza. El mundo de Tolkien, para simplificar las cosas, se divide claramente en el bien y el mal, aunque está claro que en todos nosotros hay aspectos buenos o malos. No obstante, a veces los libros simplifican las cosas para dejar más en claro lo que pretenden transmitirnos. Se puede ver que en el lado de los buenos, hay siempre una profunda admiración y respeto hacia el medio natural, su belleza, su riqueza… Mientras que en el lado negativo u oscuro, hay un ánimo de destrucción constante, un ensalzamiento de lo horrible, del sufrimiento. Para comprender esto debemos remontarnos un poquito atrás en el tiempo, dentro de la cronología de Tolkien…

El cosmos según el Silmarillion, se creó por medio de una música del dios Eru o Ilúvatar, el cual creó a una serie de dioses (los Valar) para que cada uno de ellos interpretase una parte de la música. Ilívatar exigió a los dioses a los que había creado que fueran completamente fieles a su música, sin desviarse, para mantener así el equilibrio y la armonía. Sin embargo, uno de los dioses, el más poderoso de ellos, no quería ser un simple súbdito, y empezó a adquirir una fuerte envidia y recelo hacia el resto de los dioses, sus hermanos. Entonces, poco a poco, hizo todo lo posible para meter cizaña, destruir el equilibrio de la música, y hacer que algo no sonara bien. Este dios, Morgoth, al ser el más poderoso, quería todo el poder para él, quería ser el director de los demás, no estar sujeto a control por parte de nadie. Quería dirigir sus propios asuntos a su manera, al margen por completo de lo demás. No le importaba que, con esa actitud, iba a estropearlo todo, pues todas las partes estaban unidas.

Por tanto, otro de los valores más fuertemente claros en Tolkien es el de la lealtad frente al ir por cuenta de uno sin tener en cuenta nada más, es decir, el egoísmo, el ansia de controlar o dominar ámbitos que no nos competen, por pensar que lo nuestro es mejor. Aunque ese pensar que ‘lo mío es mejor’ o ‘yo soy superior’ en realidad no es cierto, proviene siempre de sentimientos de resentimiento, frustración y odio. Los que están en el lado bueno, son por así decirlo, leales a la música original, mientras que los seguidores de Morgoth o de Sauron (que es el principal siervo de Morgoth) buscar crear disonancia, romper el equilibrio.

Puede verse también en Tolkien algo de lo que me he dado cuenta hace muy poco. Veréis, antiguamente en Europa, vivían los celtas. Con el paso del tiempo, los celtas tuvieron que enfrentarse a los romanos, que terminaron aniquilándolos y destruyendo su modo de vida y su cultura. Lo que he descubierto es que, claramente, el mundo de Tolkien es la lucha del mundo céltico contra los romanos, o lo que es lo mismo, contra la civilización urbana moderna, la revolución industrial (como puede verse en la lucha de los árboles contra el mago corrupto Saruman). De hecho, los magos como Gandalf y Radagast, son evidentemente druidas, sabios a los que se respeta por su gran sabiduría y conocimiento. Los elfos son los celtas, y los orcos son los romanos, armados con armaduras, catapultas y máquinas de guerra, formando legiones dedicadas a conquistar y destruir.

Por otro lado, fijaros en lo siguiente. El anillo único solamente puede ser destruido en un sitio: el volcán llamado Monte del Destino, que se ubica en Mordor. ¿Qué representa el fuego de ese volcán? La industria, la energía al servicio de la producción con fines lucrativos, sin duda. Y por supuesto, Mordor no es otra cosa que la ciudad, la megaurbe del siglo XX o XXI. Tiene sentido que la ambición de poder (el anillo) solo pueda ser destruido mediante el fuego, y es lo que ocurrirá en el mundo real: el excesivo desarrollo de la industria acabará autodestruyéndose, alcanzando su límite para luego morir definitivamente. La civilización que conocemos caerá, como lo hizo el poder oscuro, y volveremos a la Naturaleza, los bosques rebrotarán por todas partes, las ciudades se recubrirán de líquenes y de plantas, de múltiples flores, ardillas y jabalíes, todo tipo de animales y peces en los cursos de agua que se harán cada vez más anchos y más limpios. La ambición de poder lleva grabada su propia perdición y aniquilación, de ahí que solo pueda terminarse en el Monte del Destino.

Druidas:

druidas

Mordor:

Mordor

Soldados romanos:

orcos